Anián  Berto

El ataque no venía por el cambio climático

Las pandemias, el peligro de extinción del ser humano

El ataque no venía por el cambio climático

Este desastre sanitario, económico y social llega a nuestras vidas sin previsiones y con escaso tiempo de reflexión. Un ataque por sorpresa y frente a todo pronóstico, e incluso ha extrañado a aquellos apocalípticos que hacían referencia al fin del mundo.

Es que de poco sirven las medidas del hombre frente a las tragedias provocadas  por agentes invasivos de imposible pronóstico.
La Ciencia, igual que las leyes, siempre va por detrás de los acontecimientos desconocidos, o quizá poco previsibles debido al relajamiento e intereses propios de nuestros protectores.

Ya se predijo muertes masivas cómo consecuencias del cambio climático, y será allá por el año 2050.  Según estudios realizados por un equipo de científicos expertos australianos, aseguraban en junio del pasado año 2019 que, debido a la escasez de agua, falta de alimentos, incendios, subidas del mar y cambio climático, serían las causas para terminar con la especie humana en la tierra.

Pero, habrá que esperar 30 años, y todo indica que la amenaza llega por la retaguardia, se vive más cerca y nada tiene que ver con esas causas.

Más que una investigación experta y con credibilidad, da la impresión que es una advertencia a los disloques humanos, un toque de atención a la distorsión y avaricia agresiva de poderes, económicos, políticos y sociales. Unas ambiciones que circulan por autopistas a un ritmo vertiginoso y con ímpetu inhumano.

Se nos olvidó recordar que toda velocidad necesita un freno.

El exterminio humano ha sido discutido desde diferentes ramas, cómo la ciencia, la religión o las predicciones populares. Y desde todas estas posturas se ha especulado, asegurado y pronosticado la extinción humana de la faz de la tierra.
Quizás los argumentos más alarmantes para hacer perecer la raza humana llegan desde las pandemias, a pesar que se especula también con las catástrofes naturales o desde el espacio.

El fundamento de extermino humano que toma más consistencia es un contagio múltiple entre la población. Aunque estamos convencidos que el Covid-19 va a ser controlado y tampoco está pandemia podrá con la razón humana, a pesar del gran estropicio que imprime a cualquier sociedad del Siglo XXI.

Estos acontecimientos escalofriantes, difícil de explicar por todos, sorprende a muchos, pero la historia está cargada de ataques similares, y a todos estos invasores orgánicos siempre se les ganó la batalla, no sin cobrarse millones de muertos.
El horror que vivimos ahora, fueron «las batallitas del abuelo» de antes, o la ficción cinematográfica de autores progres inventores de los peores augurios. A todos nos parece un mal sueño, una pesadilla que pronto queremos olvidar.

Además de los muertos, ya en el mundo superan los 100.000, los enfermos saturan las posibilidades sanitarias, las infraestructuras clínicas son insuficientes y todavía los científicos no encuentran la solución, y en el mejor de los casos habrá que esperar un año para el antídoto que frene paulatinamente la enfermedad.

No se conoce con exactitud la virulencia de  la Covip-19, y tampoco la manera más efectiva para combatir sus efectos en el ser humano, y son muchos los interrogantes.

Se trata de un enemigo invisible y con capacidad de matar indiscriminadamente. Y hasta aquí la comunidad está informada, y a veces saciados, atiborrados y hartos, de catastrofistas intérpretes de «bolas de cristal».

En España no hubo pronósticos, sino avisos fidedignos y reales, una vez se conociera la aparición de un virus, de los denominados coronavirus, allá por noviembre de ese mismo año 2019. También avisó la OMS a los países de la expansión del virus allá por febrero.

Este agente infeccioso pertenece a la subfamilia de otros detectados en los años 60 del pasado siglo, ya identificados y con tratamientos. Ahora falta por identificar con claridad este, que igualmente infecta las vías respiratorias e inflaman los pulmones y sistema de ventilación de la persona, impidiendo la respiración, deprimiendo la oxigenación en la sangre y provocando neumonías capaces de terminar con la vida humana.

El remedio más eficaz que se ha determinado es el confinamiento de la población para evitar la propagación de la pandemia, ya que el virus es altamente contagioso, y así impedir aumentar los casos de infección entre la gente, de manera que se reduzca el número de pacientes en centros sanitarios e impedir  colapsar la atención médica, dotación farmacológica y dependencias clínicas.

El gobierno español se erige en única autoridad decisiva para todo el país el día 14 de marzo, eliminando las competencias sanitarias a las autonomías y decretando el Estado de Alarma y por ende, normativas para 47 millones de españoles obligadas por ley a permanecer en casa, salvando los servicios esenciales, o considerados esenciales, ya abierta otras actividades cómo la construcción e industria, a fin de ir recuperando la economía, pero seguramente se podrá sufrir un repunte de la enfermedad.

La centralización del gobierno, sustituyendo las competencias sanitarias de las autonomías ha hecho desestabilizar el sistema político del Estado de las Autonomías, cayéndole a Sánchez un aluvión de críticas. Esta decisión desencadena acciones de descontrol y urgentes acuerdos, sobretodo con motivos del deterioro del orden constitucional y la falta de atención a centros de alto riesgo de contagio y muertes en asilos y centros de mayores.

Se reaccionó tarde y hubo que rectificar sobre la marcha acciones determinantes, motivos que hacen de España ser el país peor gestionado frente al ataque vírico, y liderar el mayor número de personas fallecidas en el mundo, por millón de habitantes.

Asimismo, la población sigue sin comprender cómo es considerado esencial el suministro de tabaco, que es añadir a una mortal enfermedad a otra no menos pandémica que fulmina en España cada año a más de 50.000 personas y en el mundo 8 millones. Además de cálculos similares de enfermos de asma, tuberculosis, pulmonares y otros órganos del sistema respiratorio. Considerándose la droga psicoactiva que produce más fallecimientos, y además es evitable desde la mente y posterior desintoxicación a través de las defensas orgánicas.

Imposible creer las argumentaciones del presidente Sánchez respecto a considerar esencial el suministro de tabaco, cuando dice que: «Se considera esencial por qué también se venden pliegos oficiales».

No cuela, ya que la práctica totalidad de los establecimientos institucionales permanecen cerrados, y si no podrán esperar esos trámites. En el estanco se observan largas colas, que superan a las del pan o farmacias, sólo y exclusivamente para la provisión de artículos relacionados con el tabaquismo.

Es más probable que esté dirigido a los tributos e impuestos. Los fumadores pagan un 63 % al comprar un paquete de cigarrillos, y hay quién consume hasta 4 cajetillas al día. Una adicción, que, unida a la infección del virus, se convierte en un cóctel molotov. La economía es importante, pero la salud es prioritaria, y el consumo de tabaco, junto al hambre, sigue siendo la peor pandemia de muerte.

Por este enorme detalle, y otros, el Estado de Alarma, y sus normativas, deja mucho que desear para reducir al intruso virus con urgencia y ganar la batalla cuánto antes, terminar con el confinamiento y volver a la normalidad, sin parches ni paños calientes. Mientras tanto, los muertos continúan, las mascarillas son sólo argumento de desidia, y los test no llegan a tiempo para todos, los sanitarios de vanguardia, trabajan bajo mínimo y todos inmerso en una incertidumbre de locos.

Los aplausos de las 8 ya no está claro si es dirigido a unos u otros. A los propios confinados por su paciencia, por soportar los errores de las autoridades o van dirigidos a la hucha de casa, en un intento de animar que no se vacíe del todo, que ya a muchas familias hace tiempo les dejó de sonar y están trabados de pies y manos para buscar la manera de comer cada día.

El aplauso se ha convirtió en un folclore, y ya es conveniente que asomemos la cabeza en son de tristeza para lamentar la muerte de españoles, la disciplina de la sociedad, actitudes de colaboración y esfuerzo de la ciudadanía, muy superior a la gestión de este gobierno.

Igualmente reconocer la labor de los cuerpos de seguridad del Estado, esperar a equiparles con los elementos de protección correctos, y pedirles no perder jamás los nervios y siempre demostrar la profesionalidad que les caracteriza. Tener en cuenta que en toda ocasión existen personas que traspasan las normas cívicas y legales. Ahora también una gran minoría lo hacen saltándose el confinamiento. Recordar que aún continúa el Estado de Derecho, actuar con proporcionalidad y ajustándose a la ley, nunca con actuaciones y abuso de autoridad por parte de algunos de sus miembros.

Es exponente de ello el video donde un agente propina una bofetada a un ciudadano junto al vehículo policial, aparentemente controlado y ante la presencia de otro agente, además de la probable incitación al odio de una voz de una ciudadana desde un balcón, a la vez que hacía público el video de la actuación policial.

Independientemente del supuesto delito o infracción que cometiera, la persona abofeteada en la vía pública pudo ser vejada, humillada y maltratada, a pesar de encontrarse bajo control.

Nuestras Fuerzas de Seguridad del Estado siempre es reconocida por su brillantez, eficacia, intachable y perdurable servicio público. Sin embargo, en ocasiones, la hipersensibilidad ante la incertidumbre produce estrés, angustia y ansiedad, lo que se traduce en difícil desarrollo de esta misión para algunos agentes. En los términos medios está la virtud.

Todos debemos estar separados, pero unidos en el esfuerzo que extermine este virus, y así conseguir cuánto antes estar juntos. Pero no siempre la absoluta población piensa de la misma manera, la población también padece de otras enfermedades.
Trastornos psicosomáticos, claustrofóbicos y otras patologías, hacen que estas personas difícilmente resistan este sacrificio humano. El cerebro no está preparado para vivir encerrado, ni todos sufrimos las mismas circunstancias personales y de vida.

Ahora, más que nunca, debemos ser conscientes de la responsabilidad que nos obliga este enemigo, con sentido común, sin histerias, con paciencia, pero sin excesos injustificados.

Anián Berto

Periodista – escritor

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