Luis Fernando Garrido

Luis Fernando Garrido: «Carta abierta de un jubilado a Pedro Sánchez» (I)

Luis Fernando Garrido: "Carta abierta de un jubilado a Pedro Sánchez" (I)

Carta abierta de un jubilado a Pedro Sánchez

Desestimado presidente:

Parafraseando aquella legendaria sentencia que la bella Vivien Leight protagonizara en la mítica “Lo que el viento se llevó”, en la que en la secuencia final clamaba al cielo diciendo: “Pongo a Dios por testigo…” de que el que suscribe no ha pertenecido nunca a ningún partido político, que he ejercido toda mi vida como periodista y editor, trabajando durante más de 40 años en casi todos los medios posibles (prensa, radio, TV, periódicos digitales, etc.) y que en mi condición de jubilado, que dispone de una pensión poco decente para poder sobrevivir, me arrogo la licencia de dirigirme a usted con el fin de hacerle algunas consideraciones que están en la mente de millones de españoles acerca de la, en mi opinión, nefasta gestión que está llevando a cabo en la crisis más grave que vive nuestro país tras la guerra civil.

No voy a andarme con rodeos, ni a refugiarme en el típico humor que nos caracteriza a los andaluces para deslizarme con florituras literarias. La cosa es bien seria. Por eso, le voy a decir las cosas muy claras para que todo el mundo las entienda. En corto y por derecho. Y no voy a caer en la descalificación personal (que se merece unas cuantas), ni en el insulto, sino acogiéndome a la libertad de expresión que me confiere nuestra Carta Magna, esa biblia política que los suyos y sus socios menosprecian constantemente.

Desde que comenzó esta tragedia que nos ocupa, me propuse registrar una especie de “Diario de la pandemia”, un modesto análisis de lo que venía aconteciendo día a día en España en relación a la gestión que su Desgobierno estaba acreditando sobre esta gravísima crisis sanitaria y económica. Le aseguro que me he emocionado y llorado desconsoladamente más de una vez cuando comprobaba día tras día a través de la TV como caían nuestros compatriotas y se derrumbaba a cachitos nuestro país. Y, a decir verdad, no entraba en mis planes dirigirme a su persona por más abrumado y patidifuso que me encontrase ante la legión de despropósitos de su gestión con la que nos desayunábamos cada mañana.

Pero la gota que colmó el vaso de mi paciencia fue el comunicado que su partido envió a los alcaldes y ayuntamientos gobernados por el PSOE en el que se les conminaba a no guardar luto oficial por los muertos a causa del efecto coronavirus. Y, por otro lado, el intento de censurar y silenciar las críticas hacia su mandato gubernamental a través de los medios no afines a su ideología y de las redes sociales, con la vaga excusa de evitar las “fake news”. Esas redes sociales que tan bien manejan los antisistema, que les sirvió para alcanzar el poder y que ahora les resultan incómodas e insoportables. Una ley mordaza al más puro estilo chavista bolivariano que su socio Pablo Iglesias pretende implantar en nuestro país. A lo mejor no lo sabe. O sí. Pero el enemigo lo tiene en casa.

En primer lugar, y antes de entrar en materia, le preguntaría ¿cómo pretende usted que, tras la prolongada y sistemática letanía de mentiras y engaños con los que nos ha obsequiado durante los últimos años y que le llevaron de una manera indigna al sillón de la Moncloa (y ahí están las video-hemerotecas para corroborarlo), el pueblo español le crea una sola palabra con la que usted nos martiriza en esos interminables mítines políticos en los que hace gala de su tediosa demagogia barata, más preocupado en copiar y fusilar célebres frases de ilustres personajes como Winston Churchill o John F.Kennedy que en aportar soluciones viables cada vez que se asoma a la pequeña pantalla?

A pesar de su carita de chico bueno que no ha roto un plato en su vida (por cierto, ¡qué peladito aparece en la “caja tonta” en plena cuarentena!), usted ha perdido toda credibilidad, porque sigue mintiendo día tras día y sin decoro alguno a los españoles, a los correligionarios de su partido y hasta a sus propios socios de Desgobierno. El colmo, vamos… Por eso se ha ganado con todo merecimiento el apodo de “Pinocho”. Ya sabe, aquel personaje de ficción al que le crecía la nariz cada vez que decía una mentira. Y usted tiene ya la nariz muy larga, presidente, larguísima…

No le voy a enumerar el rosario de actuaciones, contradicciones y medidas desafortunadas (quiero pensar más por ineptitud e incompetencia que por mala fe) de su Desgobierno en torno a esta crisis global que ha cogido con el paso cambiado a todos los países del mundo, pero en los que algunos han sabido reaccionar a tiempo y prepararse para lo que se nos venía encima. Y otros como su Ejecutivo que, al igual que su colega el inefable Zapatero en el 2008, negó sistemáticamente la crisis, no le prestó la atención debida y no se preparó adecuadamente para afrontarla.

Hasta que se la comió con patatas. O, mejor dicho, nos la comimos todos los españoles. Parece ser un mal congénito de los sociatas.

Empero, aquella del 2008 fue una crisis económica que marcó nuestra vida futura, pero de la que con el esfuerzo, sacrificio, fe y trabajo de todos los españoles salimos adelante. Pero esto es mucho más serio, presidente, aquí hay vidas humanas de por medio. Miles de vidas. Lo más importante. Porque le recuerdo que, sin vida, no hay NADA.

Permítame que le refresque la memoria ya que su Desgobierno hizo caso omiso a las misivas y recomendaciones que la OMS les alertó en el pasado mes de enero, cuando aún había tiempo para prepararse y gestionar de forma eficaz la tragedia que nos acechaba.

Pero su preocupación estaba centrada en rendir pleitesía al ilegal Torra (al que debía contentar para que sus socios separatistas le mantengan a usted en la poltrona monclovita), y en no defraudar a las feministas y podemitas, que le presionaron para que empujara a millones de mujeres a la calle en toda España para conmemorar el 8M, cuando ya la pandemia se cobraba las primeras víctimas del COVID-19 en nuestro país.

El resultado de aquella infamia de todos es conocido. Y ahora lo venimos sufriendo. Más de 22.000 muertos de forma oficial y casi 50.000 extraoficialmente (según los datos que manejan los Registros Civiles, Ayuntamientos, funerarias y servicios de Justicia de las CCAA). Por cierto, presidente, ¿dónde están ahora sus feministas? Metidas bajo tierra, supongo.

Todo este proceso tuvo un punto de partida. Y cada españolito de bien sigue lamentando una de sus peculiares “ocurrencias”. ¿Cómo colocó usted al frente del Ministerio de Sanidad a un filósofo como Salvador Illa, nombrado el 13 de enero cuando ya conocía los informes de la OMS relativos a lo que se avecinaba? Hay que ser muy torpe e incompetente para adoptar tal decisión. Pero claro, había que contentar al “bailongo” de Miquel Iceta y pagar los servicios prestados a Illa como miembro del equipo negociador del PSOE con ERC para la investidura que le llevó a la Moncloa.

En tales circunstancias, habría tenido que designar al mejor especialista en Epidemiología y Virología de España, fuese o no afecto a su ideología política y rodearse de un comité de verdaderos expertos y científicos que consensuaran las decisiones a adoptar, con pleno conocimiento de la materia. Porque lo de su comité de expertos no se lo cree nadie. La prueba es que aún no conocemos ni los nombres ni los cargos que ostentan los miembros de ese comité fantasma, formado probablemente por amiguetes y gente cercana a su partido. Su incompetencia y desconocimiento se manifiestan en el simple hecho de que hasta los 40 días no han ordenado practicar una sola autopsia a los fallecidos por coronavirus para poder analizar la evolución del virus

Y otra cuestión. ¿Cómo ha mantenido a Fernando Simón al frente del Centro de Emergencias Sanitarias, cuando este ¿especialista? aseguraba días antes del comienzo de la tragedia que la epidemia pasaría de puntillas por España donde no tendría apenas incidencia?

Sí, una leve incidencia con más de 50.000 españoles que han pasado a mejor vida, en la más triste soledad y sin poder despedirse siquiera de sus seres queridos. Y con cientos de miles de contagiados que lamentablemente muchos de ellos caerán en las fases futuras de la pandemia. El currículo del señor Simón puede que sea brillante, pero en esta ocasión ha acreditado su total incompetencia acerca del tema. O es un inepto integral o ha sido “la voz de su amo” para tratar de disfrazar las cifras y edulcorar la información relativa a la pandemia. Lo que sería aún más grave. Y, quizá como castigo divino, el propio Simón pagó en su anatomía los efectos del coronavirus. Ya sabe, el que escupe al cielo, le cae en la cara.

Insisto. No quiero aburrirle con la abrumadora retahíla de incongruencias inexplicables y caos organizativo que viene protagonizando su Desgobierno en estos 40 días de confinamiento (necesitaría 40 páginas, una por día de encierro, para relatar sus errores e improvisaciones). Usted los conoce muy bien.

Pero no siga mintiéndonos en lo relativo al material sanitario que necesita nuestro país y que hubiera salvado miles de vidas. Cientos de empresas españolas fabricando todo tipo de artículos de protección, miles de hogares elaborando millones de mascarillas, entidades financieras que donan millones de euros, pedidos millonarios abonados por su Desgobierno a China (chapuzas, como las mascarillas y test defectuosos, y cucarachas incluidas), así como las gestiones realizadas por las CCAA y las aportaciones millonarias de colectivos de conocidos deportistas, conforman una cifra multimillonaria garante para que España entera estuviera provista ya de todo lo necesario para combatir con garantías la epidemia.

¿Dónde está todo ese material? Ni se sabe, ni lo sabremos nunca. O son todos ustedes unos ineptos sublimes o alguien se está forrando a costa de los españoles. Cabe pensar en otra opción: que estén guardando y reservando gran parte de ese material sanitario para afrontar el más que probable repunte de la pandemia en el próximo otoño. Canallesca decisión si esta se confirmase.

Como el movimiento se demuestra andando, presidente, le voy a exponer dos claros ejemplos. Mi pareja trabaja como enfermera en un hospital donde pasa consulta a diario en el Servicio de Oncología, en trato directo con pacientes que se encuentran en situación de altísimo riesgo. Pues bien, hasta el mismo día que se declaró el estado de alarma trabajaron sin mascarillas, guantes, gel antiséptico, batas, ni mamparas de protección, con el consiguiente riesgo de contagio. A partir de esa fecha solo dispone de una mascarilla por día (¿?) y aún no han realizado el correspondiente test a ningún miembro de su departamento. Resultado: algunos trabajadores del Servicio han caído contagiados. Y otros que caerán próximamente.

Otro claro ejemplo es el de las farmacias. Reservé al farmacéutico de mi barrio un paquete de mascarillas de protección. Después de 30 días de espera me pudo ofrecer el producto, pero sólo 2 unidades. Y ¡ojo! al precio de 2,90 € cada una de ellas. Esto es una auténtica vergüenza y usted, presidente, sigue sin adoptar medidas urgentes para paliar esta sonrojante anomalía. Si pretende que todo quisque use protección en su desescalada, ¡mascarillas para todo el mundo YA! Y gratis, qué carajo…

(Continuará)

Luis Fernando Garrido

Editor y Periodista 

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