No parece procedente en la grave crisis que padecemos, consecuencia de la incapacidad de un gobierno bicéfalo y que está más preocupado por imponernos su ideología que por ser eficaces en la protección del pueblo, que trate este tema.
Pero ante su empecinamiento en decretar contra los valores éticos, morales y razonables, aprovechando el confinamiento al que nos ha sometido, que insiste en despenalizar el asesinato de personas, no me queda otro remedio que referirme a ello.
No hay nada más miserable que dar su anuencia e incluso su promoción para matar a una persona mayor, por el solo hecho de que ya no es rentable a la sociedad y consume prestaciones sociales.
Asesino no es solo el que mata, también el que le protege o incita a ello.
El más elemental de los derechos humanos es el derecho a vivir y nadie, sea político radical o terrorista, puede atribuirse el privilegio de calificar qué asesinatos son buenos y cuáles no.
Repugna a la razón cuando vemos que en la especie humana unos fanáticos establecen las personas a las que se pueden liquidar y a las que no.
Despenalizar la matanza de niños, por la simple culpa de que no han nacido y de que no se pueden defender, es una actitud muy canalla.
Los terroristas matan a adultos, algunos incluso pueden tener la posibilidad de defenderse; los políticos no matan, pero dan su beneplácito a que lo hagan otros sobre los seres más débiles que existen.
Da igual que sean seres humanos no nacidos o muy mayores. La eutanasia y el aborto son condenables desde todos los puntos de vista.
¿Qué podemos esperar de un gobierno cuyos únicos objetivos son, profanar tumbas, promocionar el aborto, decretar la eutanasia, imponer la ideología de género y alimentar económicamente televisiones y chiringuitos que le jaleen?
Pablo D. Escolar
