Hay a quienes les cuadra el apellido,
Y a quienes no; a la gran mayoría,
Con su ser no tiene ningún parecido;
Por citar alguno, el más común: García,
Que nada dice de quien lo tiene o lo lleva,
Ni en pro ni en contra, ni pena ni alegría,
Como a los peces que escampe o que llueva,
O, para cambiar de tercio e ir al grano:
Si hay apellidos que importan una breva,
Los hay, hasta con un cierto olor a ano,
El sentirse muy orgulloso de ellos,
Tal y como le pasa al Soberano
De la Coleta, el que con sus destellos
Constantes, día y noche, de ser ateo,
Se apellida Iglesias … Otros atropellos,
Que si no desazón, sí dan mareo:
Ser malvado y apellidarse Bueno,
O ser guapo con el apellido Feo;
Un caso que a mí me tiene al sereno,
Es el del periodista Jesús Maraña,
Quien con un discurso claro y ajeno
Tanto a la falacia y a patraña,
Tiene su apellido toda la apariencia
De los mosqueos y de la telaraña;
Pena que a veces le lleva su impaciencia
A perder el rumbo y a morder esquinas …
Y ya, sin más rodeos, la indigencia
Mental de ese tal Carmelo Encinas,
Que hace que le cuadre como las bellotas
Su apellido … Y acabo sin inquinas:
¡Mejor hozas, amigo, sin más pelotas,
Con los tuyos a la sombra de las encinas,
Para que te sigan pagando tus cuotas,
Que ahí es donde … tu seso atocinas!.