Daniel Serrano Collantes

Daniel Serrano Collantes: «Coronavirus y gerontofobia»

A día de hoy el coronavirus habría dejado ya 37.127 fallecidos en España, contabilizando la cifra total de fallecidos en la Comunidad de Madrid y Cataluña.

Daniel Serrano Collantes: "Coronavirus y gerontofobia"

Lo que está sucediendo en esta pandemia me lleva a hacer algunas reflexiones sobre nuestro modelo de sociedad.

El coronavirus está matando en una mayor proporción a nuestros ancianos.

Así, solo en las residencias de ancianos y según datos oficiales (no reales) del Ministerio de Sanidad los fallecidos en residencias de ancianos son 17.653, la mayoría en Madrid, Cataluña, Castilla y León y Castilla-La Mancha, que equivaldrían al 67% de fallecidos.

Pero la realidad es otra y ya nadie duda que el número de fallecidos es mayor, que esta es una cifra maquillada y se oculta la cifra real.

Concretamente, a día de hoy el coronavirus habría dejado ya 37.127 fallecidos en España, contabilizando la cifra total de fallecidos en la Comunidad de Madrid y Cataluña.

El Ministerio de Sanidad, sin embargo, informa de un total de 26.478 muertos.

En esta crisis sanitaria la gestión de las Unidades de Cuidados Intensivos ha resultado determinante. El hospital de IFEMA fue una feliz solución en Madrid, pero también se podían haber encontrado más alternativas, para la saturación de las UCI, como apoyarse en las Comunidades con menor número de infectados y haber trasladado los pacientes, como se ha hecho en Francia, – un país unitario donde las regiones no tienen autonomía legislativa- pero esta España de las autonomías ha creado la España de la insolidaridad, de mirarse al ombligo y mirar con recelo al vecino.

Pero volvamos a las residencias de mayores que ha sido la punta de iceberg de una gestión nefasta y negligente.

Como afirmaba recientemente el presidente de la Federación Empresarial de Dependencia, ha faltado material en las residencias por estar requisitado, se les negó ser atendidos en urgencias, nadie podía salir, habiendo contagios múltiples y el resultado ha sido miles de fallecimientos, llegando a casos en los que en una sola residencia ha fallecido 50 personas.

Durante el estado de alarma, la Vicepresidencia de Derechos Sociales y Agenda 2030, presidida por el Sr. Iglesias, asumió la coordinación con los Servicios Sociales de las regiones para la atención de las residencias geriátricas. ¿No les resulta paradójico que los que aprobaron una proposición de ley, con los socialistas, sobre la eutanasia tengan la responsabilidad de las residencias geriátricas? Realmente el Covid-19 está actuando como un eficaz ejecutor de ese «presunto derecho» al suicidio, la eutanasia, ese que primero se dice que es voluntario, que lo solicita quien quiere, que a nadie obliga, pero acaba por descartar a muchas personas, sin solicitarlo.

Muestra de ello son países como Holanda o Bélgica, que aprobaron la eutanasia hace varias décadas, primero para casos puntuales para acabar extendiéndose, llegándose a la realidad de hoy en que se practica la eutanasia a pacientes con perturbaciones depresivas grave, demencias o a bebes con espina bífida, al considerar que son vidas que no merecen la pena ser vividas.

Por este enorme impacto de la ley de la eutanasia en la mentalidad de la población, es lógico que holandeses y belgas no hayan ingresado en esta pandemia a los mayores de 80 años en la UCI, -que un protocolo ya establecido de manera habitual – y dejaban que falleciesen en su domicilio.

Nuestra sociedad occidental – explícita o implícitamente- valora las personas que producen, por lo que cada vez valora menos a los ancianos, ya que cada vez son vistos como personas improductivas, que solo consumen recursos.  Comienza a haber un cambio de mentalidad. Mi opinión, es que la línea que separa la indiferencia a los ancianos , que hoy se palpa en mayor o menor medida, de la gerontofobia es muy delgada.

Desde hace ya tiempo, y antes de la crisis del coronavirus, son muchos los ancianos que me han manifestado – de diferentes maneras- en mi consulta, que consideran su existencia una carga excesiva para los demás.

La manera como son tratados por la sociedad, las familias, les lleva a ese pensamiento.

A veces puede que no sea la realidad, pero es la percepción que podemos trasmitir con nuestras palabras, acciones y actitudes, cada uno de nosotros. Realmente se nos está inoculando, poco a poco, esa idea de la “carga” que suponen los mayores y esta pandemia ha podido contribuir aún más.

Se traslada la noción que nuestros mayores “nos cuestan mucho”, – que es una realidad, pero parece que nos olvidamos de todo lo que ha aportado esta generación, de la solidaridad- que amenazan la economía nacional, el futuro de las pensiones y dejar entrever que la eutanasia, que esta en un horizonte próximo, puede ser una solución parcial a “este problema”. Aprobarla seria invitar, coaccionar, a esos mayores, a los que se les ha hecho ver que son una carga, a que tienen que solicitar que se les aplique la eutanasia.

Hoy se plantea abiertamente en España que el coste que suponen nuestros mayores será cada vez más inasumible como sociedad, esa misma que cada año aborta, descarta a casi 100.000 niños.

Nos alarmaba oír que fallecen 300 personas diariamente por el coronavirus, que es una tremenda desgracia causada parcialmente por una negligente gestión, pero no nos acordamos que en España se producen diariamente 260 abortos y desde que se aprobó la ley en 1985 han sido 2,1 millones. Pero esta es una realidad oculta, desconocida, tabú, socialmente aceptada por la inmensa mayoría de la sociedad y de los partidos. Una sociedad que permite -le puede parecer mal, pero es indiferente- al aborto tarde o temprano acaba admitiendo la eutanasia.

Y cuando una sociedad se rige por criterios únicamente economicista, de productividad, donde la dignidad de cada persona pueda depender de la autonomía absoluta, de la capacidad física o intelectual, de la edad, es una pendiente muy peligrosa que puede acabar en el abismo, como la historia reciente ha demostrado.

Una parte fundamental de la ideología nazi consistió en definir al enemigo. Entre ellos se encontraban los judíos, los romaníes (gitanos), los homosexuales, los disidentes políticos, pero también las personas con enfermedades mentales y discapacidades intelectuales o físicas.

Recuerdo cómo me llamó poderosamente la atención un cartel de la Alemania nazi, en el que se veía un médico con una persona con discapacitad intelectual y decía “Este enfermo supondrá unos gastos, durante su vida, a la comunidad de 60.000 Reichsmark. Ese es tu dinero también.”

Con una propaganda bien engrasada se acabó en la promoción de la eugenesia y la eutanasia de los discapacitados.

Espero que esta crisis nos sirva para mejorar nuestra manera de tratar a los demás, que nuestras palabras, acciones y actitudes valoren más a cada persona, especialmente a los mayores, los discapacitados físico o psíquicos, al no nacido; que sepamos rechazar contundentemente la cultura del descarte y la exclusión, sabiendo que cada vida importa y así conseguir que nadie se sienta una “carga”, sin olvidar que el valor de una sociedad se mide por la manera de tratar a los mas indefensos y vulnerables.

Daniel Serrano Collantes

Médico

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