Lo primero aclararles que yo no soy médica, me chirría sólo oírlo, retumba en mi cabeza el mal llamado “lenguaje inclusivo”, es más un lenguaje secesionista, como los tiempos que corren.
Yo soy médico, licenciada en medicina y cirugía y especialista en anestesiología y reanimación. Como la inmensa mayoría de mis compañeros anestesiólogos y reanimadores, he trabajado los dos últimos meses en una unidad COVID.
Como especialistas en paciente crítico y en vía aérea, y por ende, en ventilación, nuestros conocimientos y nuestras habilidades están íntimamente relacionadas con la fisiopatología y la clínica que produce este virus aún tan desconocido.
Hemos tenido que ir aprendiendo sobre la marcha, con el antiguo método ensayo-error: ¿información? toda la del mundo, la mayoría confrontada, mucha no cotejada, alguna con importante peso científico y entre una y otra la que recomendaba métodos naturistas y a las que algunos creían a pies juntillas.
Hemos contado con la colaboración de neumólogos, de internistas, infectólogos, intensivistas, médicos de familia y urgencias y varios “espontáneos” de especialidades quirúrgicas que arrimaban el hombro como bien podían con un ánimo y entusiasmo poco común en otras profesiones.
Cada uno aportando. Un gran equipo multidisciplinar del que la mayoría de los anestesiólogos estamos muy orgullosos. Un verdadero honor para nosotros guiar este difícil viaje.
Como bien saben todos ustedes a estas alturas, no disponíamos de medidas de protección, el Gobierno de España no las había comprado y hasta pasado el pico de la curva de contagios, no empezaron a llegar los primeros EPIs (equipos de protección individual) homologados.
Pero esto no sólo nos afectaba a nosotros los médicos, tampoco compraron fármacos, no disponíamos de los tratamientos que se estaban usando en el resto de Europa, el desabastecimiento era tal que afectaba incluso a los preparados más básicos como corticoides o relajantes musculares.
Supongo que también lo hicieron con el método ensayo-error: ahora compro a un proveedor no autorizado, ahora los “fake-test” para acallar a las masas, luego las mascarillas que no protegían, los timos de Turquía, los informes de científicos europeos infravalorados o desestimados por Illa, Simon y todo su cortejo de “expertos”…. ¡en fin! falta de previsión y un despilfarro atroz que vamos a pagar los próximos 10 años.
A todo esto, entre una y otra metedura de pata del Ejecutivo, íban proliferando el número de asesores con sus respectivos sueldos millonarios y en Cataluña, las subidas de honorarios de los altos cargos políticos también a nuestro cargo. ¡“Invitamos” los ciudadanos de a pie! los que trabajamos. Y con los asesores y los sueldos del “Gobern”, también iban incrementando el número de contagios a profesionales de la salud mientras alguna consejera más malintencionada que desinformada, apuntaba a que los profesionales nos contagiábamos en nuestros domicilios o con nuestros familiares.
Imagínense el cuadro: nos envían a una guerra nuclear, armados con unas cuantas navajas de Albacete, como estrategas a Epi y Blas y en la retaguardia, al enemigo.
Mientras, ciertos medios de comunicación, regados con subvenciones del estado, elogian el buen hacer de sus amos, el atino de sus decisiones y aplauden sonriendo ante la hecatombe, como los místicos.
A todo este hervidero se suma la lamentable retribución de los sanitarios. Quiero que todos ustedes sepan, aún a riesgo de crear sentimientos reticentes, que los médicos, pese a tener vocación y que la mayoría disfrutemos con nuestro trabajo, pagamos facturas, hipotecas, etc…. y disponemos de una retribución irrisoria, un insulto para cualquier profesional con más de 10 años de formación y con una responsabilidad que solo queda reflejada en los juzgados cuando cometemos algún error.
Que nuestro salario base en Cataluña, apenas llega al sueldo mínimo interprofesional, que varía según la comunidad autónoma, pero que en ningún caso sobrepasa los 1300 euros/mes brutos (sin incluir guardias de 24h ni doblajes de turnos o complementos que incluyen o retira la clase política a su antojo). Es importante que la sociedad interiorice esté hecho que no es más, insisto, ¡que-no-es-más! que otra molesta espina que se suma a todos los esfuerzos (muchas veces) infructuosos, a todos los obstáculos y a todos despropósitos acaecidos los últimos tres meses y que, créanme, en muchos casos han dinamitado la fuerza de algunos de nosotros.
El resumen es que no tengo palabras para describir la rabia, la humillación, la indignación, el desamparo, el miedo, la soledad, la impotencia y sobre todo, la tristeza. Una pesadumbre ya arraigada en el alma de la mayoría nosotros , de los profesionales con los que he podido compartir y desahogarme estos días y que difícilmente va a permitir eliminar esta cicatriz que tendremos para siempre.
Gracias por los aplausos y por las muestras de cariño, de corazón.
Pero personalmente, y ahora hablo únicamente en mi nombre, el mayor premio sería que más allá de la ideología política de cada uno, la sociedad española expresase una actitud sincera y crítica con la dejadez y falta de respeto hacia la vida de los españoles que ha llevado a cabo este Gobierno del desgobierno, que no es de izquierdas ni de derechas, es, simplemente, suyo y cuyo único mérito es pasar a la historia de España como el peor Gobierno de los últimos 100 años.
Parafraseando al economista Jano García: “nos ha tocado el peor viaje de nuestra historia con los peores capitanes”.
María Elisa García Fuster
MEDICO