Entre los borregos que adoran al gobierno autócrata, encontramos dos tipos: uno que se limita a creer a pie juntillas todo lo que le cuenta Pedro el embustero, ciñéndose a votarle a ciegas, y otro tipo más atrevido, lanzado y violento, contaminado del odio que expele su ídolo y le lleva a aventuras y protestas contra los que no piensen como ellos, según les ordenan sus caudillos.
Es y ha sido habitual en Madrid las protestas de estos serviles por los pocos hospitales que estimaban había y, aún menos, hospitales públicos. Falsa estimación desde todo punto de vista, pero ellos protestaban. Y falso por dos razones principales: Madrid está nutriendo de hospitales a otras regiones españolas, señal de que hay abundantes. La otra razón es que los hospitales que estos borregos afirman que no son públicos, si lo son, aunque tengan una gestión privada; este sistema les permite ser más eficaces y ofrecer un mejor servicio. Pero ellos tenían que protestar, por orden del adalid. Ahora se ha construido un hospital público, en tiempo récor y para un servicio que permitirá aliviar la labor de los demás hospitales. Pero el caudillo les ordena protestar y ellos, sin saber por qué, obedientes a la voz de su amo, montan la marimorena en la inauguración de esta importante obra.
Cuando Madrid cerró ciertos distritos que estaban más castigados por el Covid-19, estos borregos se lanzaron a la calle a protestar de forma violenta; luego vino el gobierno de las mentiras y cerró de forma más radical toda la región; estos sumisos borregos se encerraron en sus casas, “no dijeron ni mu” y tampoco protestaron. En Madrid tendremos siempre la amenaza del hachazo de estos violentos, inventándose mentiras, según les enseña su maestro, y tratando de descalificar la labor encomiable del gobierno de la Comunidad.
