Antonio Morales

Antonio Morales: «El valor de la cultura».

Aunque se manifieste en la calle, en el pasillo de un metro o en la plaza ajardinada de una urbe

Antonio Morales: "El valor de la cultura".

En el convulso y deshumanizado mundo en el que vivimos, se le suele poner precio a casi todo, menos mal que aún quedan los sentimientos.

La cultura y el arte a veces se muestran elitistas, generalmente en función de la calidad, la publicidad y la demanda como forma digna de trabajo, pero no es menos cierto que a veces siendo prácticamente gratuita la ignoramos y casi despreciamos cuando se nos entrega de forma generosa, solo se necesita abrir la mente y disponer de un poco de sensibilidad para disfrutarla por humilde que sea el artista y el lugar, a veces más digno que algunos templos donde prevalece la impostura del acaudalado que pretende medrar sin valorar lo que escucha o ve.

El arte y el placer de la cultura jamás serán indigentes aunque se manifieste en la calle, en el pasillo de un metro o en la plaza ajardinada de una urbe, siempre que se manifieste de forma humilde y jamás politizada, los indigentes son los que la ignoran o la desprecian cuando el artista apela a la sensibilidad humana.

Todo lo expuesto podría ser ilustrado con un demoledor ejemplo que corre en forma de video por las redes sociales, donde se puede ver a través de una cámara de seguridad cómo un joven violinista, nada menos que uno de los mejores del mundo, Joshua Bell tocó con ropa informal y con su violín Stradivarius de 300 años de antigüedad e incalculable valor, en un hall de paso en una estación de metro en Washington D. C. un 12 de Enero de 2007 a las 7,12 am, durante 43 minutos. Pasaron sin prestarle atención más de 1000 personas de las que solo se detuvieron 7 para prestarle unos minutos.

Un público autista o ensimismado con la rutina diaria, pues nos movemos como autómatas sin mirar ni escuchar a nuestro alrededor, quizás algunos mirando con desdén al ocasional artista indigente según ellos, aunque en mi opinión todo artista al que la vida maltrata o no comprende, nunca es un indigente, en todo caso damnificado. Resulta que días antes el propio Joshua Bell había dado un concierto en el Synphony Hall de Boston, donde las entradas agotadas costaban hasta 1,000 $.

Quisiera aportar en desagravio, una experiencia personal que viví con emoción y que recuerdo con nostalgia. Era una tarde desapacible de invierno en Barcelona, yo  atravesaba el hall subterráneo de Plaza de Cataluña, nudo de comunicación  en el corazón de la ciudad.  Pude divisar a un par de jóvenes con aspecto extranjero que afinaban su chelo y su violín junto a uno de los accesos al metro, les pregunté en mi torpe inglés su origen y me contestaron de buen grado que eran rusos. Luego vi unos cuantos  cd´s que vendían a 10 euros la unidad con sus grabaciones en versiones de temas populares.

Les propuse un trato para comprarles el cd, me gustaría escuchar “el invierno”, perteneciente a las cuatro estaciones de Vivaldi, ellos aceptaron con una sonrisa.

Entonces empezó mi experiencia personal, pues yo escuchaba con deleite y un gesto cómplice, era a media tarde y la gente cruzaba por detrás nuestro sin detenerse, a pesar de que las cuerdas vibraban con furia describiendo el sonido de la lluvia, los relámpagos  y la tormenta azotando con fuerza. Nadie se detuvo durante los casi 10 minutos a escuchar aquel sonido creado desde la humildad de un violín y un chelo, pero a mí no me importaba porque sentía que aquella representación era gracias a mi sugerencia, ya que es una de mis favoritas. Les agradecí el gesto con mis aplausos y les compré su grabación que forma parte de mi discoteca y de mi memoria.

Antonio Morales Sánchez

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