Sentado en su escaño,
Tan así del Poder siente el hambre,
Que no le suena extraño,
Ni le da un calambre,
Si le dicen que huele ya a fiambre;
Que el montón de mentiras
Que a diario suelta a diestra y siniestra,
Levanta ya las iras
De la gente, al ser la llave maestra
Con la que su tranquilidad secuestra;
Tan en ello porfía,
Con tal de mantenerse en el Poder,
Que el que le acusen de arpía
O hiena, lo toma como quien oye llover;
Si lo ponen a parir,
O cual se suele decir hecho un trapo,
Le sale el … ¡esto es vivir!,
Y, viéndose el más guapo,
Se l hincha el ánimo como un sapo;
De oficio masoquista,
Pues que aguanta carros y carretas,
Claro que está a la vista;
Sabidas pues sus tretas
Que le estén mandando a hacer puñetas,
Le importa un pimiento,
Más Rojo que todos los comilones
De su mesa … No es cuento:
Que siga el Sánchez, sin nones
Ni síes, donde aún está, … ¡manda cojones!.