Me da a mí que la Irene, Irena o Ireno,
Entre otras muchas dotes que luce la moza,
Dado que el primer nombre lo tiene mucha gente,
El siguiente es de pena y el último huele a cieno,
Es una Ministra tal como una carroza
Obsoleta, abandonada bajo un puente,
A expensas de que una riada imprevista,
La sorprenda sobando y la perdamos de vista;
Pero a lo Alberti la paloma se ha equivocado,
Puesto que su antiguo oficio de cajera,
No lo ha echado en saco roto esta Ministra,
Ministre o Ministro, a pesar que éste ha mutado,
De un sueldo de miseria a la friolera
De miles de euros, está claro que administra
Su hacienda mejor que cualquier otro pijo,
Pija o pije, o lo que sea, su cortijo;
Y como el demonio que, cuando no tiene nada
Que hacer, con el rabo mata moscas, la ex-cajera
Es a la sin hueso darle, sin tregua ni mengua,
Para saciar su ansiedad, una inmensa empanada
De diccionario, hasta tal extremo que espera,
Que pronto la Real Academia de la Lengua,
La nombre su Presidenta con la letra “A” de alfalfa,
Reminiscencia del subconsciente de su Macho-Alfa.