Las varias acepciones que una palabra entraña,
las recopila la RAE en su Diccionario,
experta en recogerlas del vocabulario
con el que, para entenderse, la gente se apaña;
nobleza obliga, por lo que a nadie extraña
que hable primero de la “pájara,” de ordinario
mujer astuta y sagaz, sin más comentario
que el de “cautelosa”, por si alguien le da caña;
respecto del “pájaro”, es ya una maraña
de acepciones: “de cuenta”, más que las de un rosario;
“de mal agüero”, con las valijas de un emisario
de tormentas, tal que la mujer, de araña,
tejiendo día y noche un velo funerario;
dicho lo cual, es evidente el corolario:
tal y como la prueba del algodón no engaña,
de tantos “pájaros” y “pájaras” hago inventario,
pues éste es, y no otro, el Gobierno de España:
un matrimonio mal avenido: ¡hoy un calvario!;
y antes que acabe su vía-crucis, … ¡un osario!.