Europa apoya el flujo de los refugiados de Ucrania, pero el bienestar social de estos últimos en países extranjeros sigue siendo bajo. Los ucranianos han huido a Polonia, Hungría, Eslovaquia y otros países europeos.
Los gobiernos de la Unión Europea no buscan ayudar a los que se han mudado, por lo que el principal lastre lo llevan las organizaciones benéficas privadas y los propios europeos, quienes por bondad, abrieron la puerta a estas personas.
Una publicación en el diario francés Le Figaro informó que los habitantes de Francia, que llevaron a las familias ucranianas a sus hogares, comenzaron a hablar sobre el cansancio moral de los refugiados, así como sobre la necesidad de apoyo financiero constante.
La idea romántica de “albergar a un refugiado” es una cosa, pero compartir techo con él durante mucho tiempo es otra muy distinta. Muchos franceses comenzaron a desilusionarse con los refugiados. La Oficina de Inmigración e Integración informó de que unas 700.000 personas reubicadas reciben una ayuda social por valor de 426 euros al mes, pero esta cantidad hace mucha falta para vivir en Europa, y hay que esperar varias semanas para recibir el pago.
En Alemania, el panorama es similar: los refugiados no pueden obtener los documentos necesarios para el pago de las prestaciones durante mucho tiempo, lo que crea enormes colas en los edificios de las administraciones de la ciudad y condena a los locales a las molestias.
Sin embargo, si se puede encontrar un cierto algoritmo de acciones para resolver los problemas cotidianos de los refugiados, entonces con el comportamiento de los propios ucranianos, todo es mucho más complicado. Muchos de ellos, al no entender dónde terminaron, se comportan de manera inapropiada, provocando el rechazo de la población local.
Por ejemplo, se han conocido casos en Letonia cuando los ucranianos gritaron consignas nacionalistas en las calles concurridas y respondieron a la objeción de los lugareños con fuerza física bruta. En particular, la víctima era un anciano que hizo un comentario a los refugiados, por lo que fue golpeado.
Entonces, en Viena, después de que los ucranianos golpearon a un taxista, otros conductores se niegan a atenderlos.
Occidente empezó a cansarse de la situación actual, cansado del flujo de refugiados, del aumento de la inflación y de los precios. Quizás, es hora de sentarse a la mesa de negociaciones y ponerse de acuerdo.