Manuel Morillo Miranda: «Griñán no es un gañan»

Griñán y Chaves
Griñán y Chaves

Se supone que el abc de la política radica en intentar buscar el interés del prójimo antes que el de uno propio, pero no hay manera de que a los diferentes gobiernos habidos y por haber les entre en la mollera. Lo sonrojante es ver que personajes que robaron cantidades desorbitantes de las arcas del Estado mediante corruptelas flagrantes, quieran pedir clemencia ahora cuando ven que su camino es la prisión. No, señores Griñán y Chaves, esto no es Semana Santa y ustedes no han cometido un delito menor que se pueda expiar caminando descalzos cual cofrades con una cruz a las espaldas. Debieron haberlo pensado antes de cometer el mayor delito que se ha visto en la política española, por repercusión y por cantidad.

Sí que es verdad que desde la transición han existido diferentes episodios de corrupción, tanto a nivel nacional como en la parcela autonómica, pero ninguno del calibre de los ERE en Andalucía. Y no hay que ser muy listo para observar que no hay ideología que se libre de la corrupción, de uno u otro modo. La pregunta que surge aquí es, entre otras muchas que vienen a continuación, ésta: ¿Por qué los licenciados en Ciencias Políticas, en su mayoría, deciden irse a la empresa privada y no desean dedicarse al desempeño de la política? Una razón son, por supuesto, las grandes ganancias a obtener y el poder librarse de los quebraderos de cabeza que devienen de la gestión de los problemas de miles de personas.

La siguiente cuestión se emplaza en el número de habitantes afectados por la gestión política; no se puede gestionar igual un pequeño pueblo, una ciudad media y una metrópolis. En una pequeña localidad, la persona elegida sabe que si sus acciones favorecen a la mayoría podrá tener un mandato extenso y que ideologías aparte todo el pueblo estará de acuerdo en su reelección. Aunque ha habido algún caso, es donde menos corrupción existe porque todo el mundo se conoce y puede existir revanchismo a posteriori. En una ciudad media, de unos 50.000 habitantes aproximadamente, todo depende del don de gentes del candidato o candidata, pero la corrupción ya empieza a asomar inevitablemente cuando el cargo electo dura más de una legislatura y los montantes de dinero empiezan a ser importantes.

Si hablamos de una ciudad de seis cifras el asunto se pone peliagudo, las cantidades ya son desorbitadas y la corrupción asoma desde el principio. En la actualidad, los cargos políticos tienen que lidiar, entre otros, con dos problemas inherentes en sus funciones: el primero, ser conscientes de que quieran o no han de gobernar para una multitud, y muchas personas que no te han votado van a mirar tus acciones con lupa; el segundo, el peligro que significa tener que deber favores en política, y que si quieres obtener el poder has de estar dispuesto a vender tu alma al diablo. Al final del mandato, de esos cuatro años, la sanción o la aprobación van a depender de la cantidad de personas que han sido favorecidas por tus decisiones.

Si sumamos el total de los diferentes casos de corrupción política que siguen avergonzando a nuestra sociedad, deberíamos llevarnos las manos a la cabeza al ver que supera los 125 billones, sí billones con b, de euros. Aparte de los ERE de Andalucía, otros casos mediáticos de diferente divisa fueron FILESA, Gürtel, Grand Tibidabo, Pretoria, Palau, Malaya, etc;. Parece que estar adscrito o adherido a la picaresca sea la norma, es lo primero que aprehenden y aprenden los que deberían estar guardando las espaldas de la ciudadanía en vez de mirarse el propio ombligo. Es como si en su naturaleza, genética, carácter, etc; ya llevaran inserto el ser corrupto o corrupta, y hasta lo vieran como algo normal porque el ser humano no deja de ser un ser egoísta antes que social, a pesar de que muchos contractualistas nos intentaran hacer pensar lo contrario.

Pero pensar que esta corrupción es un concepto que solo atañe a la clase política es un craso error. Cuando en los mass-media se habla de algún posible caso, y teniendo en cuenta de que ahora se es culpable hasta que se demuestre lo contrario, ese es un síntoma de la podredumbre social. Cualquier atisbo de corrupción y conceptos derivados de la misma: soborno, testaferro, malversación, comisiones, hombre de paja, fraude, dinero negro, sobres, prevaricación, nepotismo, etc; se inicia en la parte baja de la pirámide social, pero no es observable hasta que los problemas causados no tienen remedio, y el dinero ha pasado ya por las manos de los funcionarios, contratistas, sindicatos.. Está claro que las órdenes siempre vienen de arriba, como sociedad jerarquizada, pero hasta que el asunto no les salpica no empiezan a caer las fichas de dominó, empezando por el eslabón más débil como es menester.

Pero tampoco, como en cualquier ámbito social, se puede generalizar y decir que toda la clase política es corrupta. En cambio se podría decir, y esto es algo inadmisible pero sucede, que muchos políticos con estudios son corruptos, poderosos y poco dados a la empatía. Si comparamos a un gañan, un albañil, un docente, una peluquera, etc; de una aldea que tenga como función ser alcalde o alcaldesa, y muchas veces sin remuneración alguna, con un edil o concejal de una gran ciudad, la diferencia es muy clara. El alcalde o alcaldesa de una aldea se dejará la piel para que la economía de su localidad se mantenga, evitando así la fuga de vecinos a municipios más grandes; pero para ello ha de hacer encaje de bolillos con presupuestos míseros y con carencias fundamentales en hostelería, cajas de ahorro, sanidad, infraestructuras varias.. y a veces con la dependencia infame de algún ayuntamiento vecino.

En cambio, un edil de una gran ciudad al principio tendrá muchas ideas que aportar, castillos en el aire y cuentos de la lechera sobre todo, pero en última instancia acabará cayendo en las fauces de la comodidad, del apoltronamiento, y de la corrupción. Y digo edil porque en una aldea un alcalde no tiene nómina y actúa por amor al prójimo, y si existen concejales es ya una suerte; pero en una gran ciudad no creo que por amor al arte nadie quiera ser representante del pueblo, y menos alcalde, como cuando se pregunta en un claustro de profesorado si alguien se postula para formar y formar parte de un equipo directivo. Dicen que el dinero lleva al dinero y en este caso más, me gustaría, y creo que nos gustaría saber, cuántos concejales de una ciudad media, con grandes partidas presupuestarias, harían su cometido gratis; creo que la respuesta sería notoria y vergonzosa.

Para subsanar el problema de los municipios más pequeños hay un camino: municipalismo y auto-gestión, que puedan ser autosuficientes sin tener que pedir permiso por todo a un núcleo de población más grande, para ello han de ser conscientes de sus recursos y administrarlos de manera coherente, y si tienen alguna empresa emblemática intentar explotar su imagen lo mejor posible de puertas hacia afuera. Es el problema que tenemos y por eso existe la España vaciada; si un pueblo tiene 500 habitantes, sin buena conexión alguna por tren o carretera, sin infraestructuras ni industria, y sin nada que ofrecer como hospedaje rural, entonces ese municipio está próximo a su desaparición. Si en Estados Unidos cualquier localidad que pase de 2500 habitantes es considerada ciudad, en España esa ratio es a partir de 10000. Así observamos que importa o debería importar más la calidad que la cantidad; si una ciudad tiene 15000 habitantes pero mucha industria, tendrá más repercusión que otra ciudad de 30000 habitantes con pocos servicios, es geografía económica de cajón.

Volviendo a la cuestión que se trata aquí, nunca he visto a ningún político o política, hasta este caso del ex-presidente de la Junta de Andalucía, que pidiera clemencia de manera tan clara y penosa, cual reo en el patíbulo, se le podría decir «a llorar a la llorería». Jordi Pujol, Mario Conde, Julián Muñoz, los del caso GAL, Fèlix Millet, Otegi, los del 1 de octubre.. y así una larga lista de más de 10000 personas han obtenido el indulto, o han cumplido parte de su pena para salir libres después, en los diferentes gobiernos de uno u otro signo. Si la gente como Griñán fueran gañanes y no truhanes, otro gallo cantaría, pero no se pueden perdonar estas ofensas o afrentas hacia la ciudadanía: si una persona roba para comer, hasta se puede perdonar; si un representante del pueblo lo hace, debe cargar con todas las consecuencias de sus acciones, pedir perdón y devolver lo mangado, pero la cuestión del indulto solo debe existir en el imaginario de nuestra tradición, no para perdonar lo imperdonable como si hubieran roto un simple vaso… cuando en verdad rompen y menoscaban nuestra convivencia. A ver si aprenden y aprendemos.

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