Manuel Morillo Miranda: «El ‘metaverso’ platónico»

Metaverso
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Al final va a tener razón el gran Aristocles, para los más versados y entendidos: Platón, y existen dos mundos: el nuestro, imperfecto y sensorial; y otro mundo aparte, en el que todo es perfección y buen rollo. Está claro que no tiene nada que ver el mundo filosófico de la inteligibilidad con un mundo híbrido entre la realidad virtual y la realidad aumentada, no coinciden en el fondo pero sí en la forma: la aspiración del ser humano a vivir en un mundo mejor, una huída hacia adelante o una vía de escape por el descontento ante esta realidad que nos angustia, con la que no queremos convivir porque creemos que es la causante de nuestra infelicidad. De verdad vivimos en un mundo tan tóxico o es mera proyección o sensación nuestra que aceptamos sin más?

Sin duda el sociólogo Zygmunt Bauman dio en el clavo hace unos años con su «modernidad líquida», este concepto nos habla de lo rápido que suceden las cosas a partir de la mitad del siglo XX, lo que nos lleva a un incesante «stress» que no existía antes de este vertiginoso progreso, donde todo estaba regido por una «modernidad sólida» estable. Dicho de otro modo, Bauman refleja dos momentos dentro de esta nuestra modernidad; un momento primigenio, en los albores de la sociología, que Bauman ejemplifica en la catástrofe de Lisboa de 1755, una época donde las fábricas parecen catedrales inexpugnables dando sensación de que el trabajo será vitalicio, lo mismo que el matrimonio (lo del amor es otro cantar), donde las estructuras sociales parecen eternas y el tiempo parece pasar lánguido y lento.

Y un segundo momento que no tiene nada que ver con el anterior, se parecen como un huevo a una castaña, que según este sociólogo sucede a mediados del siglo XX, es cuando las estructuras sociales de antaño sucumben y saltan por los aires. Desde ese instante empieza a cambiar todo lo establecido socialmente hablando, todo se convierte en una especie de montaña rusa infinita que nos arrastra imparable y que no nos deja momento de sosiego alguno. Y el metaverso es por ahora la gran obra de ese dislate social. Según Bauman, los cambios sociales giran entorno a tres grandes ejes articuladores: el trabajo, el matrimonio y la ciudadanía.

El concepto del trabajo dignificado para toda la vida se ha sustituido con el paso del tiempo por otro temporal, menos exigente y duradero, en el que puedes trabajar desde donde quieras siempre que tengas buenas herramientas virtuales. Antes la mayoría de trabajos producían algo físico y real, ahora producen cosas imaginativas e intangibles. Respecto al tema del matrimonio, se ha pasado de una ligazón total, vital, incluso estoica, a un mero contrato de alquiler, es más, los papeles lo cambian todo y los hijos aún mas si se usan como arma arrojadiza. Si hay una cosa patente que ha demostrado la pandemia, es que muchas parejas no se soportaban pero tampoco se veían, es decir, no convivían.

Tenían o buscaban una sensación de comodidad que se alteró con el advenimiento de un «big brother» en versión light y reducido, que hizo estallar muchas convivencias ficticias. Si un matrimonio, según Bauman, antes era para toda la vida, en la actualidad dependerá mucho de la capacidad de aguante de los contrayentes, de su proyecto común, del buen reparto de roles en el día a día, etc… Pero olvidémonos desde ya de esos matrimonios futuros que llegan a las bodas de oro, aunque por supuesto no se puede generalizar. Como tampoco se puede generalizar en el tema de la emancipación de la mujer y su incorporación al mercado laboral.

En los últimos sesenta años se han dado las circunstancias azarosas necesarias para que el concepto matrimonial o de pareja sentimental cambie, pero hay una en especial que ha dado la vuelta a todo el sistema: la emancipación de la mujer. En los matrimonios otrora sólidos, la mujer se dedicaba normalmente a las loables y no reconocidas labores del hogar y al cuidado de los hijos, mientras que el denominado cabeza de familia se partía la espalda trabajando de sol a sol porque no permitía que su esposa trabajase fuera de casa, aunque sí dentro (pintando muñecas, montando bolígrafos, etc..) con tal de mejorar la economía doméstica. Las mujeres estudiaban, tenían estudios superiores, pero lo abandonaban todo en pos del amor o por el manido «qué dirán».

Hasta que cierta generación lo cambió todo con su feminismo y su búsqueda de la igualdad total en todos los ámbitos, aunque como observamos el machismo sigue vigente, de hecho muchas mujeres mayores se sienten en cierto modo machistas porque así les fue inculcado desde pequeñas. En cualquier caso, la mujer se incorporó de lleno al mercado laboral y se convirtió de golpe en ama de casa, madre y trabajadora por cuenta ajena, y si el hombre no está dispuesto a hacer los roles correspondientes empiezan las disputas. Una consecuencia de esto es que desapareció el concepto de familia numerosa, pocas parejas tienen más de dos o tres hijos exceptuando familias inmigrantes; la tendencia de la tasa de natalidad ha ido bajando porque la mujer es madre cuando ve que el reloj biológico se acerca, prefiere viajar y ver mundo, trabajar, etc.,

Si hacemos una comparación entre nuestra sociedad y la de los años 50 vemos que los hijos se iban de casa y se casaban jóvenes, tenían descendencia rápido y sus hijos seguían la misma ruta. En la actualidad los hijos se independizan tarde, bien por comodidad, por miedo o por falta de oportunidades; cada vez hay menos matrimonios y más divorcios (concepto inexistente en el matrimonio sólido), y hay menos compromiso también, visualizados en las parejas de hecho o de convivencia. ¿Por qué la firma de un papel lo cambia todo? No hay explicación pero es así. El miedo al compromiso, como dice Bauman, es aterrador, antes las parejas se lanzaban a la aventura sin más, ahora les puede el miedo a que la aventura salga mal, y si hablamos de tener hijos el exponente es creciente al máximo, la sociedad está segura de que si se premiara el tener hijos como en el siglo pasado, las familias aumentarían causando un efecto dominó: siempre que hay «baby boom» las sociedades mejoran pensando en el futuro, como las pensiones, el mayor porcentaje de población activa y el descenso de población mayor de 70 años, digo esto porque nos hemos convertido en una población sobre-envejecida.

Y es aquí donde enlazo con la razón de ser de este escrito, en el tema de la ciudadanía. Hemos pasado de ser una sociedad sólida en la que todo el mundo se conocía siendo vecinos, a una en lo que las personas han vuelto al Paleolítico, se han convertido en nómadas, una sociedad basada en miedos y prejuicios. Si antes se podía dejar un coche con las ventanas bajadas y el freno de mano quitado por si tapabas la salida a otro vehículo (no hace tanto de esto aunque suene a chino), ahora es cosa impensable porque hay desconfianza. ¿De quien? Tendemos a repartir las culpas con los que han llegado de fuera y en nuestra cabeza rondan términos como etnocentrismo, racismo y xenofobia. El problema es que hemos trasladado esos miedos a nuestros hijos, sobrinos o nietos, gran hipocresía por nuestra parte cuando nuestras generaciones estaban todo el día en la calle socializando y sin importar reloj alguno, nuestras madres ejercían esa y muchas otras funciones.

En ésta, nuestra sociedad, los valores se han sustituido al modo nietzscheano, no se han perdido pero sí reformulado, cuando oyes hablar a los alumnos entre ellos te da la sensación de venir de otro planeta en el que el respeto y la tolerancia eran otra cosa. Solemos hablar de humildad, dignidad, honor… pero vemos que son sólo eso, conceptos de otra época y nos sonrojamos si observamos los comentarios de las mal llamadas redes sociales, porque la mayoría no cumple las normas. Nos hemos convertido, como asegura Gilles Lipovetsky, en mera sociedad de consumo y de comodidad, de todo lo queremos ya deprisa y corriendo (con pataleta incluida como los niños), falta de autocrítica, de lucha, y de personalidad.

Y cuando no estamos contentos nos refugiamos en un mundo pasivo aparte, lleno de constructos tecnológicos: redes sociales, videojuegos, y por último el metaverso, mezcla de la película Avatar y el juego de los Sims. Como siempre de ese mundo se puede volver, pero hay gente que quedó atrapada en ese mundo de las ideas para no volver. Nos están idiotizando, esto se parece cada vez menos a esa búsqueda kantiana del «superé aude», no quieren precisamente que salgamos de esa minoría de edad para obtener un pensamiento crítico propio y no en función de los demás, no les interesa. Necesitan una sociedad cómoda en la que las personas sean conformistas, que no luchen, que no piensen, lo estamos pagando los docentes que buscamos la excelencia y la buena preparación de nuestros alumnos.

Entre el tema de las competencias y los currículum de nueva orden nos están también haciendo caer en ese mundo de Matrix, al final no sabremos cuales son nuestras funciones si la tecnología se encarga de todo y se pierde esa interacción necesaria entre el docente y el pupilo. Los alumnos no deben memorizar, no deben repetir curso, en definitiva, no deben aprender porque estudien o no se les hace pensar que saldrán adelante… A lo mejor en un mundo paralelo, en el nuestro difícil. Estábamos avisados ya de la que se nos venía encima hace tiempo, con obras como las de Asimov, con series de los 80 que nos ofrecía nuestra caja boba o con películas del siglo pasado que la verdad han sido auténticas visionarias. El progreso ha llegado para quedarse, que siga siendo eso o una vuelta atrás ya se verá, solo depende de nuestra capacidad de auto superación.

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