Manuel Morillo Miranda: «De los ‘niños robados’ a la gestación subrogada»

El milagro de la gestación
El milagro de la gestación

Desde que el mundo es mundo sabemos que una función muy importante del ser humano es la procreación, sobre todo para perpetuar la especie en nuestra cadena evolutiva, otra cosa es si, en términos académicos, progresamos adecuadamente o el resultado es no satisfactorio; dicho de otro modo, si estamos en una fase evolutiva o involutiva en el desarrollo de la humanidad, más bien creo lo segundo porque a mi parecer no todo vale para ser progenitores. En los últimos días la procreación se ha convertido en «trending topic», y si analizamos concienzudamente el tema, se salta todas las normas establecidas, sean éticas, bioéticas, científicas y, por supuesto, religiosas posibles. Además de poder constituir un delito flagrante, porque aquí no es algo que esté permitido, al menos por el momento. Lamarck y Darwin deben estar cariacontecidos con los derroteros evolutivos actuales.

La palabra que posiblemente más se asemeja en el contexto de la procreación a lo que estamos observando estos días es «aberración», o sea, ir contra lo que se considera natural, correcto o lícito. No es que me ponga «tiquismiquis» con el tema, pero si nos ponemos a escarbar nos podemos llevar las manos a la cabeza. Sí, estoy hablando de la gestación subrogada o vientre de alquiler. No es una cuestión sorprendente porque hace ya un tiempo que esta práctica o técnica se puso de moda entre los llamados a sí mismos famosos, pero lo que nos alucina es publicitarlo de tal modo en la prensa rosa como ha hecho cierta bióloga sin ejercer y actriz venida a menos, no hace falta decir su nombre porque está en boca de todos. Desde luego, lo que ha conseguido este tema es, y fue, poner a la mayoría de los partidos políticos por fin de acuerdo en algo, y no precisamente a favor.

Pero volviendo al tema que nos ocupa, podemos empezar formulándonos una pregunta: ¿Es ético traer un bebé al mundo cueste lo que cueste y sin pensar en el futuro del mismo?, en esta cuestión subyace con anterioridad el dilema resuelto a medias sobre cuándo se es persona, si en el vientre materno o en el momento del nacimiento; o también quedan en el aire los derechos del neonato, como su propia dignidad. En cualquier caso, ningún apologeta del famoseo habrá reparado en pensar en el devenir de sus hijos, la lista es inmensa y no son de clase media precisamente. Sobre las cuestiones de ser persona o no y de los derechos de los más pequeños no se ponen de acuerdo los que más saben, pero la primera pregunta se responde por sí sola. Ni es ético, y aunque dependa de la moral y los emolumentos de casa persona, tampoco es legal.

Pero éste solo es el culmen del despropósito histórico y científico heredado por continuas generaciones, que han buscado siempre una huida hacia adelante sin mirar atrás en su barbarie. Términos como aborto, incesto, suicidio, o muerte, van de la mano también en este aspecto. El primer caso de barbaridades o aberraciones en el tema de la procreación ya se empezó a dar en los albores de la Edad Media, época en la que era vital el nacimiento de vástagos varones para perpetuar dinastías monárquicas o afianzar alianzas para prevenir guerras. Las grandes perjudicadas eran las reinas, no tan cuidadas como las abejas, que no dejaban de ser tratadas como meros receptáculos y que morían irremisiblemente en su misión de dar a luz hijos varones; era como la lotería, no paraban de tener embarazos hasta que los reyes y sus consejeros se salían con la suya, con el subsiguiente riesgo de muerte para sus mujeres.

Mientras, las futuras infantas ya intuían que eran piezas de un gran tablero de ajedrez, y que serían casaderas desde su niñez más temprana. A esto súmenle la ingente cantidad de descendientes de las diferentes ramas nobiliarias, nacidos en circunstancias extramaritales; y, sin tapujos, de la multitud de casos de incesto que se daban incesantemente en las diferentes monarquías occidentales, en la relación causa-efecto las consecuencias eran catástroficas en cuanto a enfermedades mentales y físicas se refiere. Raro era el caso en que un rey necesitaba urgentemente que su esposa, o sino su amante o cortesana, les hiciera feliz con la llegada al mundo de una hembra que arreglara sus quebraderos de cabeza, pero haberlos haylos. Hace relativamente poco falleció una reina que era muestra de esa excepcionalidad en el rigor monárquico, pero la monarquía inglesa ya había tenido muestras de ese botón, además con gran ligazón hispánica.

En cuanto al tema del aborto, y también de la eutanasia, hay que decir que los griegos eran bastante socarrones con la parca. Si la palabra «eutanasia» significa la buena muerte; el término «eugenesia» es sinónimo de un buen nacimiento. Desde luego son conceptos totalmente contrarios porque en la eutanasia, sobre todo activa, la persona afectada tiene poder de decisión sobre su vida, sino recordemos al señor Sampedro, nos parezca moral o no su decisión de pedir a una persona que lo desconectara para dejar de sufrir; o a matrimonios de ancianos que literalmente mueren por amor porque no soportan el dolor que les aqueja, son casos que en principio se computan como violencia de género hasta que se descubre el pastel con alguna carta detallando un plan previo, sobre todo no ser en el futuro una carga familiar, aunque no deja de ser un suicidio colectivo tiene también cierta connotación eutanásica en su etimología porque son personas que han perdido las ganas de vivir y han llegado al final de su camino.

Respecto a la eugenesia, primero daré mi particular opinión respetuosamente con el tema del aborto, estoy a favor en tres casos: violación, malformación del feto o posible peligro para la madre, en ningún caso más porque considero que el derecho a la vida es innegable, siendo consciente de que la futura madre tiene gran parte del poder de decisión; y que si hablamos de planificación familiar en la actualidad, nuestra cultura y la información son mucho mejores que antaño. Dicho esto es curioso que ya en la Grecia clásica, Platón ya se pusiera manos a la obra con el tema de la selección artificial en la concepción, buscando su utópica élite encarnada en el filósofo-rey. Pero Platón fue solo la punta del iceberg, Tommasso Campanella, Fulton o Graham Bell (por decir algunos nombres) también se animaron con el estudio de la eugenesia, desde luego un tema controvertido. Pero quizás el máximo exponente de la teoría eugenésica fue Malthus, que llegó a decir que es necesaria una epidemia o una guerra de manera cíclica para reequilibrar la población porque los recursos naturales escaseaban cada vez más.

Y si esto lo dijo en aras de la selección artificial de los animales, Darwin vio su gran filón en ello para la elaboración de su teoría, junto con Wallace, de la selección natural. Lo que está claro es que independientemente de la selección natural evolutiva o la artificial científica, se han cometido diferentes errores y atrocidades eugenésicas como: el plan norteamericano de finales del siglo XIX, para que, por ejemplo, los enfermos mentales no se pudieran casar; la esterilización, la alteración genética, y la búsqueda de la raza aria en el nazismo; el caso del Perú de Fujimori, un plan de planificación familiar que escondía una gran reducción de natalidad en las zonas campesinas; la descodificación del genoma humano y sus consiguientes dilemas morales; y por último el plan eugenésico y abortista en China e India, para impedir que las parejas solo pudieran tener un hijo, a poder ser varón.

Por lo tanto el aborto está más que extendido en dichos países, y pobre de ti que vayas contra el gobierno, las penas pueden ser hasta capitales. Que mal repartido debe estar el mundo cuando entre China e India suman un tercio de la población mundial, y el plan malthusiano se debe llevar a cabo sin contemplaciones; en cambio, en Occidente la tasa de natalidad brilla por su ausencia y la inmigración no deja de ser un parche con efecto boomerang. El aborto es sin duda la práctica más moderna dentro de la eugenesia, y aquí tuvimos un gran problema: entre la posguerra y los años 60 hubo un cambio brutal , en España sobre todo; se pasó de los niños robados a familias pobres que no podían mantenerlos, que se daban a familias de clase alta que no podían concebir o que querían aumentar la familia a base de talonario (también a los que se dejaban en las puertas de las inclusas), a los embarazos no deseados que provocaban la típica visita al extranjero, sobre todo al Big Ben.

El tema de los «niños robados» era peligroso y peculiar, peligroso porque se solía efectuar muchas veces con la madre parturienta despistada, y a veces con técnicas violentas si la madre se resistía. A esto había que sumarle que muchas veces el padre, o era desconocido o había muerto en la Guerra Civil, así que las pobres madres no tenían ningún tipo de apoyo, sobre todo si era en una gran ciudad y los progenitores provenían de zonas rurales y la familia estaba lejos y desinformada sobre la situación. O aceptaba la cantidad que le daban o utilizaban la fuerza por el poder que ostentaban. Y peculiar porque según crecían, estos niños y niñas se daban cuenta de que no se parecían en nada a sus padres, descubrían la verdad y buscaban a su madre biológica, al padre era casi imposible de hallarlo. En los años 60, las mujeres que se lo podían permitir abortaban, con y sin permiso familiar; quien no se lo podía permitir, dejaba a su recién nacido en la puerta de cualquier orfanato, las monjas tenían faena de sobras desde luego.

Así llegamos al final, y al inicio también, de este escrito. Si decimos que los «niños robados» y los vientres de alquiler tienen similitudes no estamos diciendo una barbaridad. Es el imperio del dinero, hay más de mil familias en España que han utilizado ese método de concepción, pero como aquí no está permitido se van fuera para poder hacerlo. Si los niños robados eran arrancados de sus madres, sin firmar contrato alguno y con métodos expeditivos si la madre no se avenía a razones y aceptaba las migajas ofrecidas; en la gestación subrogada la cosa es aún peor, para empezar intervienen inevitablemente cuatro personas en el resultado: el padre anónimo (o no), la madre biológica de alquiler, la madre que lo criará, y por supuesto quien estará más perjudicado cuando tenga preguntas en el futuro: el neonato. Pueden pasar dos cosas en el futuro, que la madre biológica se arrepienta y busque a su hijo/a a sabiendas de que ha firmado un contrato y no puede desdecirse; o que el mismo hijo o hija se de cuenta del percal y busque a su madre.

No es lo mismo la técnica de la fecundación in-vitro, en la que se juntan el óvulo materno y el esperma paterno en un laboratorio fuera de la madre y luego se inyectan ambos en la misma después, o el de la inseminación artificial; en ambos casos solo intervienen dos individuos, aunque en el de la inseminación artificial el donante también puede ser anónimo. En el caso de la gestación subrogada o vientre de alquiler el tema y el dilema ético es muy grande, es normal que cualquier pareja que no pueda tener hijos se plantee esta técnica si no han funcionado otras y no se quiere adoptar o ser padres de acogida. Pero la madre de alquiler tiene, a mi entender, el mismo cargo de conciencia que la madre que paga por tenerlo, es suyo porque ha pagado por ello, pero eso genera problemas impensables al principio. Y la madre de alquiler posiblemente se arrepiente, no mientras lo siente pero sí en el momento de nacer, pero se da cuenta de que al final la necesidad manda.

Y, ¿Qué pasa con las familias que no pueden permitirse el lujo de la gestación subrogada porque no llegan a nivel monetario? Si este tema supuestamente se legalizara, ¿Todo el mundo se lo plantearía si el dinero no fuera óbice? Son preguntas en el aire y de difícil contestación. Si no es lícito este tema, menos lo es que la madre de alquiler sea objeto de dominio público, no hay peor mafia que la prensa rosa en este país, y consiguen lo que quieren sensacionalismo mediante.

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