O nuestros políticos ponen las luces largas, o la abstención se hará fuerte en una democracia cada vez mas débil
Dicen que los políticos son hombres poderosos cuya ambición no tiene limites. Se codean con los mas influyentes del país, son amables y dicharacheros y, la mayoría, honestos pero se han convertido ¡no sé cómo! en una casta a evitar, en una especie de apestados, a los que la sociedad rehúye y culpa de todos los males.
Cuando más reclamamos que su acción sea ejemplar y ejemplarizante, más nos decepcionan. Cuanto más les pedimos que se acerquen a la España real -esa que no se rompe pero se hunde- más se miran a su minúsculo ombligo, y cuanto mas les exigimos que tengan las manos limpias y los bolsillos de cristal más opacos se vuelven.
Vemos en su actitud ese punto de fanfarrón que tienen los especialistas en hacer favores pagados, de esos que luego reportan pingues beneficios y no nos gusta.
Ya no son esos hombres y mujeres bien preparados, con una cabeza intelectualmente amueblada bien estructurada y una generosidad por encima del común de los mortales.
Ya no vemos en ellos a esos ciudadanos excepcionales que renuncian a lo individual a favor de lo colectivo, ni siquiera a esos hombres capaces de hacer realidad cualquier utopía si esta va en beneficio de lo común.
No todos son corruptos, ladrones, mangantes, oportunistas o aprovechados, pero las manzanas podridas han contaminado el cesto de tal modo, que nadie quiere meterle el diente al fruto… por lo que pueda pasar.
A mí me encanta la política y me ha repugnado en muchas ocasiones oír que todos los políticos son iguales, porque no lo son, pero he de reconocer que cada vez me fío menos de ellos.
Son malos tiempos para la economía y también para la política y buenos, muy buenos, para que el populismo barato crezca y se desarrolle en una sociedad que está perdida, porque busca referentes en la cosa pública y no los termina de encontrar.
La política se ha instalado en el discurso fácil, de corto recorrido, de brochazo gordo y no de pincel fino, de ataque inmisericorde al adversario por la falta de iniciativa propia y del… y tú más y eso está minando a los partidos políticos.
Se que no es bueno generalizar y menos acusar a toda la clase política de lo que está ocurriendo, pero peor aun es ver que sólo son capaces de ponerse de acuerdo para defender su chiringuito, sus prebendas o sus privilegios, que sólo tienen un discurso común para aferrarse, como un clavo ardiendo, a las lisonjas del cargo y que son incapaces de ponerse a remar en la misma dirección, salvo cuando se trata salvar sus bolsillos del naufragio.
No sé cuál es el antídoto para combatir este mal, pero o nuestros políticos ponen las luces largas, o la abstención se hará fuerte en una democracia cada vez mas débil, donde cualquier excusa es buena para poner a las instituciones del Estado al borde del abismo. ¡Un poquito de patriotismo por favor!
