La España real se identifica con estos jóvenes campeones que exhiben con toda naturalidad su condición de españoles
Los éxitos del deporte español son bálsamo oportuno y eficaz para una sociedad que necesita buenas noticias.
Por unas horas, el drama de la crisis económica y las maniobras de la clase política a cuenta del Estatuto catalán ceden su lugar en la vida cotidiana a la lógica alegría por el triunfo de nuestros campeones.
La selección de fútbol alcanza las semifinales del Mundial, después de una meritoria victoria sobre Paraguay. Rafa Nadal consolida su número uno con otro brillante triunfo en Wimbledon.
Los motociclistas ganan un día sí y otro también, esta vez en Barcelona. Alberto Contador comienza el Tour con notables expectativas de llegar por tercera vez a París vestido de amarillo.
Pau Gasol ganó hace poco su segundo anillo NBA, Fernando Alonso sigue en primera línea, dispuesto a volver pronto a lo más alto del podio…
Tal vez ningún país del mundo pueda presumir a día de hoy de este plantel excepcional de grandes figuras deportivas en el mejor momento de su carrera.
La inmensa mayoría de los ciudadanos expresa con naturalidad su júbilo por estos éxitos colectivos y recupera los símbolos nacionales sin preocuparse por prejuicios ridículos ni por confusiones interesadas.
La España real se identifica con estos jóvenes campeones que exhiben con toda naturalidad su condición de españoles.
Deberían tomar buena nota de ello algunos políticos que confunden la voluntad general con sus maniobras de salón. En todo caso, bienvenida sea esta explosión de alegría general en un momento tan difícil en el terreno político y socioeconómico.
Por supuesto, lo mejor que pueden hacer algunos dirigentes es compartir la satisfacción de todos y no buscar un protagonismo que no merecen.