«Al margen».- Obama en Marbella.

MADRID, 30 (OTR/PRESS)

Una de las razones por las que Marbella es saqueada de tiempo en tiempo habría que buscarla en su rendida e incondicional entrega a quienes supone, equivocadamente, que van a traerle algo. No es el admirable pueblo trabajador de Marbella, desde luego, el que entrega las llaves y la combinación de la caja (y el suelo, y la playa, y el campo, y las instituciones, y la belleza, y todo) al primer buscavidas que aparece abanicándose con fajos de billetes, sino esa su casta rectora, su plutocracia, que, a falta de otras iniciativas y otros talentos, ejerce de comisionista y de cooperadora necesaria en el recurrente asesinato de la gallina de los huevos de oro.

Vacías las arcas municipales tras el devastador paso de la Horda, el Ayuntamiento, hoy en manos de un PP que consagra los desafueros de la Horda precisamente (pues ha logrado que no se derribe ni una de las miles de viviendas ilegales que la Justicia recomendó tirar), busca por esos mundos «nuevos inversores» para revivir el que fuera, probablemente, más bello y benigno enclave de la costa española, pero como los inversores honrados no confían aún en la pertinencia de montar nada en un sitio regido durante años por una partida de bandidos, y los chorizos consideran Marbella, de momento, tierra quemada, la plutocracia local vuelve a cifrar su ventura en el retorno de los famosos de fuste, no tipo Dinio como cuando la miserabilización gilista de la marca. Y aquí aparece Michelle Obama, de quien se espera que devuelva a Marbella los yanquis ricos que las visitaban con sus dólares antaño.

La codicia de unos, la desidia de otros y la imprevisión de bastantes dejaron una ciudad esquilmada, sin ambulatorios ni escuelas, varada en la nostalgia de los tiempos anteriores a la Horda. Pero, aunque venga la señora de Obama, y vuelva el año que viene, es el tiempo el que no vuelve.

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