La desfatachez con que se justifica, la compraventa de votos

La televisión, los periódicos y la corrupción

La televisión, los periódicos y la corrupción
Gente. PD

Todo ello con el telón de fondo de consumismo, materialismo, hedonismo, economicismo y otros ismos

El gran espectáculo de grosería y cinismo está en la cartelera y tiene su público que espera, excitado y ansioso, el capítulo siguiente, después de haberle reído las gracias al delincuente, príncipe del pueblo, que torea a la policía y se jacta de su hazaña.

En ese círculo hay políticos, profesionales de la política, que, malversando la función pública, entran el engrudo del pelotazo, de estofa inferior a los que se involucran en los tejemanejes de la financiación de los partidos y que no siempre se salvan del dicho:

«Administrador que administra y enfermo que enjuaga algo traga».

Son islas que emergen en un magma en sí mismo corrupto, efecto y causa, causa y efecto, que, por su habitualidad y su carácter genérico no escandaliza tanto como la actuación particular.

Destaco, tanto por su gravedad como por la desfatachez con que se justifica, la compraventa de votos, por supuesto democráticos.

Después, la creación de clientelas a costa de la pólvora del rey; la dispensación de todo genero de mamandurrias; la hipertrofia de la empleomanía; los despilfarros, derroches y megalomanías que se estimulan entre sí; y, en suma, los abusos de poder con las escalofriantes figuras del juez corrupto y del policía corrupto, incorruptibles por definición.

Otras corrupciones que para mí lo son, aunque no lo sean para otros: la degeneración del matrimonio en emparejamiento, la confusión de felicidad con placer, la pérdida de la moral de trabajo, el descrédito de la razón de honor, el establecimiento de la ganancia como meta suprema, la mentira instrumento de dominación, el ultraje al origen de la vida.

Todo ello con el telón de fondo de consumismo, materialismo, hedonismo, economicismo y otros ismos.

Ingenuamente llegué a creer que este panorama conspiraba contra el sistema y que, tras la caída de este imperio romano, vendría la mejora. ¡Cándido de mí!. La corrupción es sostén del sistema.

NOTA.- este artículo se publicó originalmente en La Gaceta

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