A vueltas con España.- Contradicciones y malas intenciones.

MADRID, 23 (OTR/PRESS)

La fuga del etarra Antonio Troitiño no es muy distinta de la que protagonizó en su día -noviembre de 2002- el etarra Josu Ternera. La principal diferencia está en que en el primer caso era vicepresidente Mariano Rajoy y en el segundo lo es Alfredo Pérez Rubalcaba. Ambos etarras salieron de la cárcel al amparo de decisiones judiciales, sin que Rajoy ni Rubalcaba pudieran hacer nada, ya que en eso consiste precisamente el Estado de derecho. Tampoco ni uno ni otro ordenaron vigilancia policial, ya que mal podrían haberlo hecho sin la correspondiente autorización judicial. Rajoy y Rubalcaba actuaron dentro de la ley y los jueces, equivocados o no, también. Quienes no actúan dentro de ninguna ley son aquellos que hacen demagogia, a sabiendas, con este tipo de episodios. A veces incluso para calumniar.

Contradicciones de este tipo las ha habido y las seguirá habiendo, porque la política no una ciencia exacta y las circunstancias cambian. El problema no es tanto eso como la mala intención de aquellos que solo pretenden embarrar el campo en vísperas electorales. Veamos un ejemplo bien distinto, con los papeles totalmente cambiados. Sucedió el 11 de junio de 1996. Hacía poco menos de un mes que el PP gobernaba con el apoyo de tres fuerzas nacionalistas: CiU, PNV y CC. Mariano Rajoy, ministro de Administraciones Públicas, enseñaba en la comisión correspondiente del Congreso sus cartas para afrontar la legislatura. José Luis Rodríguez Zapatero, entonces portavoz socialista, había sido el encargado de enfrentarse a Rajoy. El dirigente popular se mostró partidario de una tenue reforma de la Constitución y del Senado para convertirlo en cámara de representación territorial. Su oponente le advirtió de su temor a que el PP sobrepasase el pacto constitucional por sus acuerdos con los nacionalistas, a los que les había garantizado una ampliación de autogobierno. ¿Les suena la cantinela? Ocho años después, en 2004, cambiaron radicalmente los papeles. Rajoy pasó a la oposición y Zapatero, al Gobierno. También mudaron sus opiniones. Zapatero inició su mandato defendiendo la reforma del Senado con el consiguiente lifting de la Constitución y pidió un consenso amplio para acometer los cambios, mientras Rajoy insistió en exprimir la Carta Magna y rechazó que se tocase el Título VIII de la Constitución.

Son las vueltas de la política, que incluso tienen su gracia, si no hay mala intención. Otra cosa es que un ex ministro del Interior se valga del terrorismo para destruir al adversario, diciendo, como ha dicho Mayor Oreja, que la fuga de Troitiño es parte de una supuesta negociación con ETA. Rajoy puede seguir callado, escuchando el silbo gomero, pero sería más creíble como candidato a presidente si pusiera orden en sus filas, en vez de ser cómplice silencioso de tan malas maneras de hacer política.

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