Mal todo lo que ocurre.

MADRID, 29 (OTR/PRESS)

Diez meses antes de las elecciones generales y tres semanas antes de las autonómicas y locales, el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero hace frente de modo simultáneo a dos malas noticias de calado: la EPA acerca peligrosamente el número de parados a los cinco millones y el CIS registra que el PSOE no logra rebajar los diez puntos de ventaja que le saca el PP en las previsiones electorales. La crisis castiga a España de manera inmisericorde y el anuncio del presidente de que no presentará su candidatura por tercera vez no consigue de momento el deseado efecto de subir sus expectativas ante las urnas. El presidente, sus colaboradores y su partido saben que diez meses es un tiempo ya muy corto para concebir fundadas esperanzas y sólo les queda el consuelo de que otras veces han remontado encuestas tan desfavorables o más que ahora. Y les queda también la confianza en que los electores al final no van a premiar a Rajoy y al PP por no haber hecho absolutamente nada a favor de la superación de la gran crisis económica que nos azota desde hace casi tres años.

Esto que pasa en España y en la mayoría de los países contrasta duramente con el hecho que en estas horas concentra la atención mundial, la boda real inglesa de este viernes. Ya sé que es muy difícil evitar el choque de trenes que entraña la comparación. Pero los millones de parados y las angustias de los ajustes económicos y sociales habrían aconsejado celebrar una boda infinitamente más austera y más en consonancia con la situación de los países, empezando por el propio Reino Unido. Lo primero que hizo el Gobierno conservador nada más ganar las elecciones fue imponer unos tijeretazos terroríficos que incluían nada menos que el despido de medio millón de funcionarios, algo que no registraban los anales de la historia, al menos de mi memoria. No sé cómo se les habrá quedado el cuerpo a todos ellos y a todos los damnificados por la crisis económica. No creo que sean muchos los estúpidos que encima se alegren de los fastos de Londres. No va bien casi nada de lo que ocurre, desde luego.

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