Indignados.

MADRID, 01 (OTR/PRESS)

Los que no creen en la Iglesia Católica ni en Dios están pelín indignados porque Roma ha beatificado a Juan Pablo II. Los que no creen en la santidad ni en la vida eterna andan preocupados porque haya un nuevo beato y no saben cómo restarle méritos, aunque opinan que eso de declarar santos o beatos es una tontería pasada de moda. Y si es una tontería y no creen en la santidad, ¿a qué viene tanta indignación, tanta preocupación?

Los que dicen que la Iglesia católica es una antigualla y que ya no pinta nada, que cada vez hay menos fieles que asisten a las misas dominicales -varios millones cada domingo en España- y menos padres que piden enseñanza religiosa para sus hijos incluso en los centros públicos -todavía por encima del 70 o 75 por ciento- están muy preocupados por que haya decenas de miles de personas que han ido a Roma desde todos los países del mundo y muchos millones más que han seguido en directo la ceremonia de ese polaco Wojtila que llegó por sorpresa a ser Papa y que durante más de cinco lustros dio nuevas fuerzas al mensaje cristiano y lo llevó, sin ocultismos ni engaños, a todos los rincones del mundo.

Los mal llamados progresistas, los que dicen que luchan por la libertad de todos los hombres y que se quejan de que la Iglesia se mete en política cuando debía quedarse en las iglesias y en las sacristías, están indignados porque beatifiquen a un Papa que fue clave para que se derrumbaran los muros del terror que separaban a los europeos libres de los europeos sometidos a uno de los peores totalitarismos de la historia, un régimen que acabó con la vida y la libertad de millones de personas, mientras muchos lo defendían.

Los que dicen que buscan la paz universal no entienden que suban a los altares a un Papa que luchó como pocos por la paz mundial, que no calló ante dictadores, que fue alegre y firme, cercano y trabajador, que habló con todos los líderes políticos y religiosos, que conquistó a los jóvenes, que perdonó a quien trató de matarle y que se dejó la vida en su misión. Los que no creen en los santos y beatos de la Iglesia dicen que «se reabre el debate sobre su carisma y sobre sus escándalos» y recogen la pregunta de una periodista de The New York Times – por tanto autoridad indiscutible en este asunto- que se pregunta «¿cómo puede ser santo si no pudo proteger a niños inocentes?». Ya saben lo del Evangelio: «si tú eres el Mesías, baja de la cruz y sálvate». Pues eso, que los que dicen que no creen en Dios y a los que no les importa nada la Iglesia, andan indignados porque la Iglesia haga beato a un Papa santo. Si están preocupados será porque no son tan indiferentes… Los que le conocieron saben que no necesita ser beato para ser recordado como un Papa moderno, valiente, abierto, entregado, un modelo para los hombres de buena voluntad. Y para los otros.

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