MADRID, 21 (OTR/PRESS)
Los movimientos sociales, como el del 15-M, son corrientes en torno a valores compartidos, actúan en la esfera de la sociedad civil reivindicando o rechazando decisiones políticas y, por tanto, tampoco hay que exigirles más. Nada que ver, por tanto, con los partidos políticos, pilares básicos de la democracia, que también surgen de la sociedad civil pero que actúan en la esfera política y tienen el poder como objetivo. Son los que nos gobiernan.
En el caso del movimiento 15-M, tenga o no tenga mucho recorrido su rebelión pacífica, ya nadie podrá ignorar el malestar profundo que pone de manifiesto ante los ojos de todo el mundo. Cuando menos, es un toque de atención a la clase política, que debería saldarse con hechos y no solo con buenas palabras. Claro que como apunta Lluís Bassets, no hay nada más inquietante para los estados mayores de los partidos políticos que un fenómeno fuera de control.
Los detractores del 15-M o bien descalifican este movimiento por su inconsistencia intelectual o bien por sus ideas-fuerza, que en general no parecen precisamente de derechas. La falta de profundidad en sus ideas puede ser discutible, como todo, pero tampoco sería muy distinta de la que aqueja a los grandes partidos, a pesar de que éstos disponen de medios intelectuales y económicos para ‘fabricarlas’. Más claro parece estar que las ideas de los concentrados en diversas ciudades son más bien de izquierdas. Ejemplos no faltan: recuperación de las empresas públicas privatizadas, nacionalización de la banca rescatada, fiscalidad progresiva, condena del franquismo, recuperación de la memoria histórica, etcétera. Otras cosas que apuntan son, o deberían serlo, de mero sentido común: listas electorales limpias y libres de imputados por corrupción política, más transporte público, división de poderes, ecología y medio ambiente… Pase lo que pase, hay algo que todos podemos compartir: nunca hubo tanta reflexión como en la jornada de reflexión de este sábado en España. Y eso también tiene su valor.
