Al margen.- Usted no sabe quién soy yo.

MADRID, 15 (OTR/PRESS)

Los agentes que en la madrugada del jueves se las vieron con el individuo que, según todas las informaciones, había promovido un altercado en una «sauna» o local de alterne de Madrid no sabían quién era ese sujeto que, sobre mostrar inequívocos síntomas de embriaguez, balbucía una versión del tradicional «usted no saber quién soy yo» mientras, al parecer, sacaba a pasear las manos. Horas después, cuando en la comisaría se le puso en libertad pese a los cargos de agresión y desacato a la autoridad, que a cualquier otro ciudadano le habrían costado, como mínimo, calabozo y puesta a disposición judicial, ya se enteraron de quién era: un senador del reino. Y presidente del Cabildo Insular de La Gomera. Y diputado regional.

En La Gomera, donde el interfecto, Casimiro Curbelo, manda muchísimo, tanto que algunos hablan de «casimirato», se sabe bien quién es, pero en un Madrid, en un Azca, a las puertas de un garito y a las cinco de la mañana, todos los gatos son pardos. Podía Casimiro haberse granjeado alguna fama en la capital como orador o como brillante funcionario de la Cámara Alta, pero no, la verdad es que a los guardias que tuvieron que bregar con él, no les sonaba de nada. Les pareció, sin más, uno de esos forasteros cincuentones que con la cartera bien pertrechada desparraman por las noches calientes de Madrid, pero cuando le vieron irse de rositas de la comisaría acompañado de su hijo, con quien había protagonizado los poco edificantes episodios de la noche anterior, ya supieron que era uno de esos «intocables» que, al contrario que en la India, pertenecen a una casta superior, la de los inmunes que por el morro vivaquean lejos del rigor de la ley.

La verdad es que Casimiro Curbelo, que celebraba en la noche de autos, por todo lo alto, el inicio de las vacaciones en el Senado, con mariscada previa en un distinguido establecimiento de la señorial zona de Retiro, estaba en su derecho de fundirse la noche en la «sauna» que quisiera, bien que no sin desdoro del buen gusto, pero que tuviera el derecho, también, de invocar a grandes voces el «usted no sabe quién soy yo», eso ya sí que es, a estas alturas de la Historia, una indecencia.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído