Mariano y las caras de Bélmez.

MADRID, 23 (OTR/PRESS)

Se ha vuelto a hablar de las Caras de Bélmez por la simple mecánica de los aniversarios: hace cuarenta años que se discute si las manchas aparecidas en el número 5 de la calle Real de Bélmez de la Moraleda, en Jaén, son un fenómeno paranormal o un fraude. Recuerdo esto a propósito de la posición política que Mariano Rajoy ocupa en el mundo, en nuestro país.

Resulta que se cree que Mariano Rajoy existe porque de vez en cuando aparece su cara reprensada pero diluida en la política española. Se supone que existe sólo porque va a gobernar, si no hay un sobresalto mayor, en la próxima legislatura. Pero poco más se sabe de sus planes, de sus proyectos y de sus programas. Puro misterio.

Está rodeado de una gran parafernalia en forma de partido. Tiene parientes políticos en los gobiernos de casi toda Europa; en realidad de toda Europa, con excepciones tan poco notables hoy en día como son Grecia, Estonia y todavía España.

En los últimos días se ha visto más remarcada la cara de Rajoy con la visita tumultuosa a España del Papa de Roma. Un halo de satisfacción se trasladaba desde la mayoría de los peregrinos a la calle Génova, en donde las caras de Rajoy se manifiestan ahora con un poco más nitidez.

Su programa es oculto y se dibuja con menos claridad que su rostro difuminado. Se supone que su comportamiento no será diferente del de David Cameron en el Reino Unido, de Nicolás Sarkozy en Francia o de Silvio Berlusconi. Su llegada a La Moncloa va a ser un acto de rendición política del electorado conservador español que ni lo quiere ni lo valora, pero que elegiría al diablo sólo para cambiar el ciclo político de España.

Si en su día, el gran aliado de las victoria electorales de Zapatero fue el propio Mariano Rajoy que espantaba al centro político para aliarlo a la izquierda; la reaparición de la memoria de las caras de Bélmez empuja al electorado de izquierda a quedarse en casa y mantiene movilizados a los partidarios del Partido Popular sólo porque creen que el Gobierno es una institución que les pertenece. Los ciudadanos están asustados que incluso están dispuestos a darle la victoria a Rajoy: un fenómeno claramente paranormal.

En realidad, el milagro de la visita del Papa no es la explosión de los kikos -una mutación de la Iglesia Católica en expansión- ni el aumento de las vocaciones: sencillamente se ha tenido noticia de que Rajoy existe sólo porque el aniversario de las Caras de Bélmez, cuarenta años sin aclarar el misterio, dan como para que Rajoy se introduzca en La Moncloa.

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