Escaño Cero.- Afligido.

MADRID, 14 (OTR/PRESS)

¡Que vergüenza¡ ¡Que asco¡ Sí, vergüenza y náuseas es lo que cualquier persona de bien siente ante el espectáculo sangriento que una vez más se ha celebrado en Tordesillas y que consiste en torturar a un toro hasta matarlo.

Lo peor es que a eso le llaman «fiestas populares» y que se paga con el dinero de los contribuyentes. Este año la víctima se llamaba «Afligido» como si su nombre le hubiera predestinado para el salvaje final al que le sometieron los participantes de las fiestas de Tordesillas. Pero si la fiesta en sí provoca náusea, más me las provoca que el que acabó con la vida de Afligido fuera vitoreado y aplaudido por las gentes del pueblo. Un tal Bartolomé Hernández, de sobrenombre «el Zamorano», un bárbaro, un salvaje, una persona de cuya condición humana me permito dudar, se ha convertido en el héroe de la localidad.

A mí, me resulta insoportable que en nuestro país se torture a los animales en nombre de no se qué extrañas costumbres populares. Lo peor es que incluso algunas de esas fiestas se califican de «interés cultural». ¿Qué clase de país es el que consiente estos espectáculos macabros? Pero sobre todo qué clase de país es el que paga esa sangría de animales a cuenta del erario.

Lo he escrito en otras ocasiones: el grado de civilización de un país se mide por cómo trata a los animales. Y yo debo decirles que hay más humanidad en la mirada de «Afligido» que en la de su torturador. Es más, pienso que una persona que es capaz de torturar a un animal no es otra cosa que un sicópata que debería de estar encerrado.

Pero hay más. Vivimos una situación de extrema gravedad, con el país prácticamente intervenido a cuenta de la crisis financiera. No hay dinero para nada, pero los ayuntamientos, alegremente, se gastan los impuestos de los ciudadanos organizando y pagando unas fiestas sanguinarias.

Ya está bien que el país entero se apriete el cinturón, que los pensionistas vean reducidas sus pensiones, y que unos irresponsables, que es lo que son los alcaldes y concejales que se dedican a organizar fiestas populares, porque se han celebrado siempre, pagándolas con el dinero de los contribuyentes, como si en nuestro país no hubiera crisis.

Las «fiestas» de los pueblos se deberían de suprimir al menos hasta que salgamos del agujero y desde luego deberían de prohibirse, por la ley, que se celebren espectáculos salvajes como el de Tordesillas, u otros espectáculos que consisten en maltratar a animales.

Siento vergüenza, una vergüenza profunda de que en nuestro país sucedan cosas como la de Tordesillas. Y tiemblo pensando en que andan sueltas esas gentes que participan de la tortura de los animales. Espero que en algún programa de algún partido para las elecciones generales haya quien se atreva a levantar la bandera del respeto a los animales y se prohíban de una vez por todas esos «encierros» y esas llamadas fiestas populares. Yo cada vez que escucho decir que son «costumbres» pienso que cualquier día justificaran el canibalismo o los cinturones de castidad por aquello de que eran costumbre en el pasado.

Quienes callan y no alzan la voz contra la tortura de los animales son también cómplices. Me pregunto qué clase de alcalde y de concejales tiene Tordesillas.

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