Asesores y gabinetes de muy dudosa pericia, a precio de oro, aparecen en todos los culebrones de la corrupción
La racionalidad exige que la Administración destierre la costumbre de acudir a profesionales, no tan ajenos, y a las externalizaciones de tareas, para las que tiene sus cuerpos específicos, y de bien merecido prestigio.
Asesores y gabinetes de muy dudosa pericia, a precio de oro, aparecen en todos los culebrones de la corrupción. Demasiadas veces el sesudo estudio resulta copiado de Internet.
Que todo sea motivo de celebración, a servilleta prendida, el miserable gorroneo, ofende al ciudadano que ha de ver a sus responsables, alegres y festivos, con el más cutre motivo, copa en mano en horas de trabajo.
La andorga de cada uno no debe ir a costa del Estado. A un trabajo, o cargo, corresponde un solo y suficiente sueldo del Estado, sin mandangas, ni plurisueldos, ni pluriempleos.
Los trabajadores por cuenta ajena, los del inseguro y arriesgado sector privado, no tienen la habilidad de algunos políticos, que teniendo un solo puesto cobran, que no se ganan, sabrosos estipendios, sólo por eso de ser vos quien sois y gozar de derecho a trinque en otro lado.
Para que el chocolate del loro no se nos empache sería conveniente que el Estado use de los bienes de su patrimonio y no ande por ahí alquilando locales e instalaciones de amigotes (Que devuelven al Partido la mitad de la maxirrenta), y que las oficinas públicas cuiden de su mobiliario y enseres, no cediendo a la obsesión decoradora, para luego zascandilear por gasolineras o despachar en cualquier barra americana.
La racionalidad en el uso de los medios del Estado es la verdadera modernidad y el progreso no es continuar en la sempiterna cleptocracia.
NOTA.- leer artículo original en La Gaceta.
