Pues cambiemos el Sistema sin emplear métodos revolucionarios, es decir, siguiendo las pautas del propio Sistema
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Es un dato cierto que la clase política y los partidos políticos reciben la valoración negativa de constituir uno de los problemas capitales de este país.
Charlaba el otro día con un experto en lo que se llama neuromarketing, quien me transmitía los llamados pains -dolores- que configuran el estado de ánimo de la sociedad española actual: tristeza, miedo, incertidumbre, sensación de haber perdido la identidad nacional y, sobre todo, un rechazo a la clase política que se aproxima a la ira.
Es lo que tenemos debido al Sistema que funciona como estructura de poder en nuestro país, instrumentado a través de un bipartidismo imperfecto (atención a nacionalismos) que mediante listas cerradas y nombramientos judiciales convierte el principio de separación de poderes en poco más que un anhelo guardado en una urna conservada en la alacena de los recuerdos.
Bien, pues cambiemos el Sistema sin emplear métodos revolucionarios, es decir, siguiendo las pautas del propio Sistema. Eso implica acceder al Parlamento.
Para ello hay que constituirse formalmente en partido, aunque ni en la mente de la experiencia pasada ni en la futura se quiera seguir las pautas de comportamiento de la clase política. No se desea ni vivir de la política ni acogerse a sus privilegios.
Al contrario: se quiere cambiar el régimen para devolver a la sociedad lo que es suyo.
Aparecen entonces los terminales mediáticos que o silencian totalmente la iniciativa o simplemente insultan o escriben y dicen: operación antisistema. No.
Se siguen las pautas establecidas por el propio Sistema para reformarlo desde dentro. Pero eso no te convierte en perteneciente a la clase política.
Porque no tienes su modo de pensar ni su modo de comportamiento. Por eso, quienes vociferan de operación antisistema, quizás defienden su modo de vivir…
En 1994 describí el Sistema integrado por clase política, poder financiero y terminales mediáticas. Evidente, muy evidente. Por eso es necesario cambiarlo. Desde dentro, pero cambiarlo.