A los 70 años del alzamiento del 18 de Julio, cabría esperar que la guerra del 36 y el régimen de la Segunda República fuesen ya historia para todos, pero no es así. El alto número de mensajes en mi post anterior demuestra que siguen siendo dos temas que atraen a muchísimos españoles. ¿Qué es lo que causa este interés? ¿Se hablaba de la última carlistada (1872-1876) en 1931 o 1946 con la misma pasión que encontramos en 2005 sobre las elecciones municipales que ganaron los monárquicos y trajeron la República o el fusilamiento de Companys?
El número de veteranos de la guerra es mínimo. Apenas queda algo del franquismo en el Estado (salvo la persona del actual Rey): hay división de poderes, Estado descentralizado Ejército profesional, partidos legalizados… Franco y su régimen son vilipendiados en los libros de historia y los manuales para los estudiantes. Casi nadie se menos de 60 años se declara franquista. Los vencidos de 1939 parecen haber ganado la guerra… con retraso, pero la han ganado; en cambio, los vencedores se han resignado a vivir en la derrota. Entonces, ¿por qué debatimos sobre ella como si estuviéramos en 1950 o en 1976, como si fuéramos nuestros abuelos?
Supongo que en parte esa actualidad permanente de la guerra española es, como la que corresponde a la Segunda Guerra Mundial, en que funda el mundo en el que vivimos. En ella se enfrentaron dos concepciones del mundo antitéticas: la visión cristiana y la atea, la libertad y la opresión; y estas concepciones siguen combatiendo en 2005.
Tampoco hay que olvidar que algunos políticos y académicos quieren mantener viva la guerra civil para asentar su dominio. Ha escrito Stanley G. Payne que la recuperación sectaria de la guerra civil comenzó por parte de la izquierda en 1993, ante la posibilidad de que el PSOE fuera derrotado en las elecciones por el PP. Desde entonces, esa estrategia ha proseguido ante el silencio de la derecha (perdón, del centro reformista), hasta llegar al movimiento de la memoria histórica, una idea elaborada por los comunistas.
Una de las consecuencias de haber reanimado este debate es que España está dejando pasar todos los asuntos y corrientes de pensamiento que conmueven a los demás países: la demografía, la globalización, la economía china, el deterioro del trabajo, la amenaza del islam, la unidad europea… Aquí el Estatuto catalán y los nuevos honores concedidos a un personaje tan siniestro como Santiago Carrillo han acaparado más tiempo de discusión que la conveniencia o no de admitir a Turquía en la UE y la defensa frente al terrorismo islamista. Y la responsabilidad es de quienes han arrojado estos temas a la opinión pública.
Amigo lector, ¿le importa dejar aquí su opinión?