Me alegro infinito de la derrota de Mario Soares en las elecciones presidenciales celebradas ayer en Portugal. Un amigo de Rodríguez y de Carod ha sido vencido hasta el punto de quedar tercero. Y también me alegro por motivos generacionales.
¿Quién es Soares? Primero, un viejo que no resiste a jubilarse y que no concibe su vida apartado del protocolo y de la nómina públicos; conducta en común con cierto español.
Segundo, es un enemigo de España, aunque gusta de presentarse ante los españoles tontos, ésos a los que les derrite una mención en el extranjero, como un amigo nuestro. ¿Puede serlo alguien que afirma lo siguiente:
Nunca hablo de España. Es un país plural: Cataluña, Galicia…; es diferente?
Soares quiere tanto a España que le encantaría que hubiese dos o tres. Por eso, apadrinó una conferencia de Carod en Lisboa y recibió en su fundación a dos jerarcas de Batasuna, recién ilegalizada. ¡Una curiosa forma de ser amigo de los españoles! Claro, que entonces gobernaba un tal Aznar.
Como otros gobernantes que gozan de buena prensa en España, como Jacques Chirac y Simeón de Sajonia-Coburgo, es protector de Marruecos, ese gran aliado de España y faro del progreso para el mundo islámico.
A su edad, tan propensa a caer en el ridículo, se ha convertido en un san Jorge que combate con el dragón del neoliberalismo y en admirador de Rodríguez.
Como buen socialista, no concibe la democracia si no gobierna él:
-¿Por qué piensa que Portugal estará en peligro si gana Cavaco Silva?
-No es por Cavaco, sino por lo que está detrás de él, que es el cavaquismo, una filosofía de arrogancia, de intento de fabricar un salvador de la patria… como si bastase un ministro de Economía para dirigir un país en el que hay otros muchos problemas además de los económicos.
¡Don Mario, jubílese de una vez!
Aparte del resultado, me ha gustado ver que en los mítines ondeaba la bandera nacional, incluso en los de los socialistas. ¡Igual que en España!
