La Marea de Pérez Henares

ESPAÑA Y EL ISLAM (Apuntes de historia y actualidad)

Hamas, partido integrista musulmán vencedor de las últimas elecciones en Palestina, reclama en su web que Andalucía (su Al-Andalus) vuelva a manos musulmanas.
No es sino una de tantas manifestaciones de la auténtica obsesión islámica por lo que considera su “paraíso perdido”.
El Islam conquistó España en el siglo VIII y logró traspasar incluso los Pirineos, tomando Toulouse, hasta ser derrotados por Carlos Martel en Poitiers. En la península ibérica tan solo quedaron fuera de su control minúsculos territorios montañosos en el norte peninsular que llevaron durante bastante tiempo una existencia precaria.
En la zona controlada impusieron su proceso de islamización. Se toleran otras religiones siempre que no se haga publica exhibición de fe ni de culto y sus practicantes se convierten en ciudadanos de segunda sin apenas derecho ninguno ni de ocupar cargos ni siquiera de acceso a la propiedad.
En la Península Ibérica (España y Portugal) se da el único caso a escala mundial donde tras haberse impuesto por la conquista de las armas, el Islam a sido obligado a retroceder. La obsesión por An-Andalus considerada el punto de retroceso en su planteamiento de conquista del mundo proviene de este hecho. El Islam considera la conquista algo normal y no entiende que después de islamizar una población pueda regresar a la anterior situación. Ni personal ni colectivamente. Un converso al Islam que desee luego dejar esa religión es reo de condena de muerte.
Por norma general en el conjunto de los países conquistados e islamizados ha ido borrando cualquier vestigio de civilizaciones, culturas y, por supuesto, religiones, anteriores hasta dejarlas reducidas a la nada o a una existencia casi clandestina y miserable, con continuos ataques y matanzas. Los cristianos coptos son la mejor prueba de ello. Lo sucedido con los Budas de Afganistán la mejor prueba de su “tolerancia”.

En España la Reconquista se prolongó durante casi ocho siglos.
A pesar de los intentos de presentar la cuestión marcada por elementos de “convivencia” entre culturas, la guerra y la las hostilidades fueron continuas, con la violencia armada como eje y tan solo algunos periodos de tregua rotos por continuas escaramuzas y agresiones fronterizas. El rescoldo popular que permanece vivo puede detectarse de manera bien clara en las fiestas de moros y cristianos. Por muchos esfuerzos de los vates locales, que ahora han de ser políticamente correctos, lo que queda de manifiesto es el enfrentamiento más descarnado. Sea el lugar Alcoy (Alicante)o Behamahoma (Cadiz)
La permisividad de unos y otros en sus respectivos territorios, mozárabes en tierra mora, y mudéjares en tierra cristiana, estuvo presidida por la subordinación. Poco más que “consentirles” vivir.
Ultimada la Reconquista cristiana quedaron en territorio español importantes contingentes de moriscos. Confrontaciones, abusos y el apoyo de los piratas del norte de África propiciaron la rebelión en tiempos de Felipe II. Se saldo con su definitiva deportación en el siglo XVII. Toda una limpieza étnico-religiosa.
Hasta aquí la historia pasada. Ahora la reciente.
La emigración musulmana a España se produce tan solo de manera masiva a partir de los años 80. Se estima actualmente en un millón. Son, fundamentalmente, marroquíes.
Durante años no hay síntomas integristas. La interlocución es laica (ATIME: sindicato de trabajadores marroquíes).
La permisividad con su religión es seña de identidad de la población española.
La penetración wahabi (integrismo sunita patrocinado por Arabia Saudita) se deja notar en la construcción de mezquitas, exportación de imanes, cambio de hábitos en el colectivo. Velos, rostros totalmente tapados y hasta burkas empiezan a aparecer en el paisaje urbano.
Se van formando algunos guetos en determinadas ciudades. Hay quejas de comportamientos intolerantes y agresivos. Insultos a muchachas jóvenes, actitudes exigentes y al mismo tiempo no recíprocas. Se produce algún estallido social: El Ejido.
El trauma se produce el 11-M. Es el mayor atentado de la historia de España. Son casi 200 los muertos y miles los heridos. Los autores son musulmanes y lo ejecutan en nombre de Ala y la guerra santa.
Pero la población española supo distinguir. No se produjo ninguna oleada xenófoba, que aún repudiable hubiera podido entenderse como una reacción primaria. Se circunscribe el hecho a los terroristas. El ministro Alonso advierte de lo que se está cociendo en algunos de sus centros religiosos y se propone controlarlos. Se monta un pequeño escándalo so pretexto de libertad religiosa. El ministro lo plantea desde la simple lucha antiterrorista sin que pueda argüirse excusa alguna. Se incrementan las detenciones de células islámicas.
Zapatero proclama su teoría universal de la Alianza de Civilizaciones
España queda al margen de las noches de coches quemados de Francia y contempla con cierta distancia el tema de las caricaturas de Mahoma. La posición gubernamental, mas que tibia, fría y hasta vergonzante, en defensa de los derechos humanos y las libertades básicas, merece críticas bastante extensas y tan solo algún apoyo mas o menos camuflado de los sectores que se autoconsideran “progresistas”.
Las autoridades islámicas se descuelgan con la reivindicación de que sus mujeres puedan llevar velos en las fotografías del DNI, algo que ahora esta prohibido para facilitar el reconocimiento.
La situación parece presidida por una normalidad en la convivencia. Algunos estudiosos alertan, sin embargo, que bajo esa apariencia se mueven poderosas corrientes que pueden desembocar en situaciones ahora impensables y que el integrismo está avanzando a pasos agigantados mientras que la postura de la sociedad española es cada vez más recelosa y crece la demanda de que los musulmanes cumplan escrupulosamente con las leyes, la constitución y respeten los derechos humanos sin ampararse en hechos culturales ni religiosos.

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Autor

Antonio Pérez Henares

Ejerce el periodismo desde los 18 años, cuando se incorporó al diario Pueblo. Ha trabajado después en publicaciones como Mundo Obrero, Tiempo, El Globo o medios radiofónicos como la cadena SER. En 1989 entró al equipo directivo del semanario Tribuna, del que fue director entre 1996 y 1999. De 2000 a 2007 coordinó las ediciones especiales del diario La Razón, de donde pasó al grupo Negocio, que dirigió hasta enero de 2012. Tras ello pasó a ocupar el puesto de director de publicaciones de PROMECAL, editora de más de una docena de periódicos autonómicos de Castilla y León y Castilla-La Mancha.

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