En Marruecos no son sólo los saharauis quienes sufren la persecución de la tiranía alauita, sino también los escasos cristianos que allí viven. El sultán envía a sus súbditos famélicos a Europa para que se los alimentemos nosotros y maltrata a los que allí quedan.
En el anterior post censurábamos el comportamiento de El País; en éste hemos de alabarle por un reportaje en el que se describe el acoso oficial a los cristianos marroquíes.
Mientras los musulmanes asentados en Occidente exigen que les paguemos mezquitas y profesores de islam en las escuelas, en países como Marruecos, que pasan por moderados, hay medidas legales como ésta:
El Código Penal reconoce la libertad de culto, pero su artículo 220 también prevé entre seis meses y tres años de cárcel para todo aquel que intenta quebrar la fe musulmana, es decir, para los que hacen proselitismo.
En otros países es peor, incluido el muy prooccidental Egipto, tal como describe Antoni Socci en Los nuevos perseguidos. En algunos lugares, el simple hecho de comer carne de cerdo es razón suficiente para morir a manos de los integristas.
Pese a todas las pruebas en contra, el presidente Rodríguez considera a Marruecos un modelo de reforma democrática en el mundo musulmán. La única disculpa es que otros piensan igual, incluso en el muy tradicional ABC.
Al menos, recemos por los cristianos martirizados.
