Yo creo que sí a la vista del comportamiento de nuestros Gobiernos en asuntos capitales. Mientras otros países actúan sin complejos en función de sus intereses nacionales, aquí la masa y la élite, la fuerza que impulsa a la masa, se mueve en función del buenismo y de qué dirán.
Dos asuntos me bastan para justificar mi opinión: la delincuencia y la inmigración.
Frente a la delincuencia, se mantiene el discurso progre de que la represión policial y las cárceles no son la respuesta a una conducta de la que es responsable el capitalismo. Hay 50 personas que acumulan 7.000 detenciones, y siguen en la calle. El campeón es Aifa Mohamed Laarbi, de 51 años, con 213. ¿Qué hace este sinvergüenza en España? Será para que le podamos dar lecciones de democracia a Estados Unidos y Suiza.
El ministro francés de Interior, Nicolás Sarkozy, se enfrenta a la inmigración incontrolada con sensatez y sin mirar de reojo al Imperio Progre ni a las ONG subvencionadas:
Que las cosas queden claras: la vocación de quienes no tienen papeles es ser devueltos a sus países.
Mientras tanto, en España se procedió a una regularización descomunal y menos de un año después ya tenemos otro millón de inmigrantes.
Los regímenes de Marruecos y Senegal, esas grandes democracias, permiten –previo pago- que las mafias de traficantes de personas usen sus territorios como base para sus operaciones y encima rehúsan recoger a sus clientes cuando llegan a España. La respuesta adecuada sería hablar con los dictadorzuelos de esos países y decirles que o repatriaban a los ilegales o España suspendía todas las ayudas económicas. Algo similar trató de hacer Aznar en la UE, pero su propuesta la vetó Chirac, ese gran amigo de Rodríguez.
¿Sabéis cuando suspendió España el Tratado de Schengen para controlar las fronteras? En la boda del príncipe. Después de ella, otra vez desaparecieron los Pirineos para las expediciones de rumanos.
Es en estas ocasiones cuando me gustaría que nuestros políticos fueran franceses y no francófilos. Y la culpa no es sólo de los gobernantes, sino también de quienes les votan y, luego, en la barra del bar se quejan de lo mal que está todo con frases como:
Los moros, a Marruecos, que es donde deben estar.
