Soy cazador.
Y que desde que comenzó mayo ando tras los corzos. El corzo, y me parece bien, solo puede cazarse al rececho. Esto es, siguiendo a pie al animal, sin perro, procurando no ser visto ni venteado, emboscándose, escrutando cada mata, seleccionado el animal a cobrar e intentando acercase a la distancia de disparo con garantías Como norma general solo pueden abatirse machos aunque en algunos lugares por superpoblación otorgan algún permiso para hembras.
He pasado estos meses todas las horas que he podido en el monte. He visto alborear y salir la luna. He recechado y tenido a tiro varias decenas de reses. Y no he disparado una sola vez. La mayoría eran hembras, solas o con sus cabritos, o algún machete joven, sin desarrollar todavía. No he gastado una sola bala y puede que acabe el desvede sin gastarla, pero he disfrutado cada instante.
El último día sin ir mas lejos, vi cinco corzos, un machete que me detectó él a mí y aún debe estar ladrando y corriendo y dos corzas con cabritos ( uno me dedicó cabriolas durante un cuarto de hora). Y vi seis buitres leonados en el Pico del Tallar, por donde hace unos días encontré una oveja muerta, y aguiluchos pálidos, y dos gavilanes en “copla” intentando dar caza a un perdigón y a las hembras de perdiz protegiendo a sus polladas en las zarzas y abubillas, arrendajos, abejarucos y oropéndolas. Y a tórtolas y torcaces rasgando el aire hasta el agua de la fuente en la ladera. Cantaba el cuclillo en el robledal. Ahora se ha marchado. He visto garduñas, liebres, conejos y hasta un gato montés al acecho un atardecer y a un azor llevando un gazapo en las garras rumbo a su nido. He oído y sentido el monte y las labores. Y me han dado el olor del tomillo y de la mies recién segada. He visto amanecer y salir la luna. Y he disfrutado de la caza sin haber pegado un tiro. Y los cazadores que lo son en verdad, me entienden. Y a los que no son les invito a comprender.