Bokabulario

Especulación inmobiliaria en Harlem, la solidaridad de Clinton

En el anterior post surgió un interesante discusión sobre la necesidad –obligación para los progres- de ser solidarios. Casualmente, hoy he encontrado en El País una noticia que demuestra las nefastas consecuencias de las obras de caridad laicas.

En 2001, Bill Clinton, después de dictar unos polémicos indultos, como el que recibió Marc Rich, se trasladó a Nueva York, para ayudar a su esposa Hillary en su carrera política. Ésta es senadora por Nueva York, estado en el que nunca había vivido hasta que fue elegida; antes a estos políticos se les llamaba cuneros y ahora paracaidistas.

En un gesto solidario (y publicitario), Clinton alquiló una enorme oficina en el Harlem, barrio humilde de Nueva York poblado mayoritariamente por negros, para instalar la sede de la fundación que custodia su nombre y su legado. El alquiler, que asciende a 354.000 dólares anuales, lo pagan los ciudadanos estadounidenses, como parte de las retribuciones asignadas a los ex presidentes.

Cuando Clinton llegó a Harlem, la comunidad negra, que le considera uno de los suyos, montó una fiesta para recibirle. Después, Clinton desapareció y sólo se sabe que está ahí por los escoltas. Los vecinos, incluso los que trabajan o viven cerca del edificio no le han visto en estos cinco años.

I’ve never seen him, but I know when he’s there (…) It’s like God: when the burning bush is on the mountain, you know he’s there.

El avecindamiento de Clinton ha tenido otro efecto poco agradable para los habitantes del barrio: la subida de los alquileres. El ex presidente puso de moda Harlem, lo ennobleció; si él se instalaba allí, las calles no eran tan peligrosas como parecía.

Se calcula que desde 2000 el alquiler prácticamente se ha doblado en la zona, del equivalente a 630 euros mensuales hace seis años por una habitación hasta los 1.250. Y los precios de compra se han multiplicado por 10.

La semana pasada varias decenas de personas se manifestaron ante la oficina como protesta y para llamar la atención sobre su empobrecimiento. Como ya no hace campañas electorales, Clinton no bajó a saludarles.

Éstos son los frutos de la solidaridad progre.

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Autor

Pedro F. Barbadillo

Es un intelectual que desde siempre ha querido formar parte del mundo de la comunicación y a él ha dedicado su vida profesional y parte de su vida privada.

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