La Marea de Pérez Henares

Contra el Estado de las Autonomías

(Alegato contra una supuesta maravilla que ningún político quiere cuestionar)

Las autonomías , el celebrado Estado de las autonomías es el cáncer de la democracia española, la carcoma de su economía, la hemorragia por la que se desangra la Constitución y el pozo negro por el que día tras día se precipitan los elementos de cohesión , el concepto de ciudadanía , los principios de solidaridad y hasta el sentimiento de formar parte de una misma Nación. El Estado de las Autonomias ha supuesto el más absoluto fracaso y lejos de resolver el problema para el que fue “inventado”lo ha exacerbado hasta límites que nadie de sus “fundadores” hubiera ni siquiera sospechado.

El Estado de las Autonomías es el peor desastre en que se ha podido meter España pero nadie se atreve a decirlo. Al contrario no hay discurso en que no se pregone su excelencia y todos asistimos complacidos al espectáculo clamando enfervorecidos lo maravillosamente bien que funciona sin querer ni siquiera ver la evidencia de su auténtico fiasco y de la bomba de relojería en la tripas de la Nación en que se ha convertido. Descuiden, no habrá un solo político que ose decir tal cosa ni que deje de cantar loas al sistema. La razón de mayor peso es que a ellos les va muy bien como clase y como casta. En todo suelen estar muy enfrentados. Los Estatutos es lo que mas pactan. La Constitución puede reformarse. El Estado de las Autonomías es intocable. Aún más: irrefutable.

El Estado de las Autonomías tuvo como esencial función propiciar que determinados territorios con “hechos diferenciales” tuvieran un mejor encaje y pudieran desarrollarlos en la normalidad de una Nación . El disparate del “café para todos” inició la senda del desastre. Porque habrá que considerar desde luego como el más atroz de los fracasos que lejos de sentirse integrados hoy las voces de secesión e independencia son cada vez mas claras y mas potentes. Y nadie negará, en su sano juicio ese hecho. Aunque haya quienes pretendan convencernos y a algunos convencen de que la mejor manera de unir es separándolo todo y que como mejor se vertebra es deshaciendo y desvertebrando. El Estado es residual en Cataluña proclamó Maragall. Los que sabían que era así o que le faltaba muy poco se lo tomaron a broma para que nadie se lo tomara en serio. Pero es serio.

Pero no es la cuestión ahora las peculiaridades del caso catalán o las sangrientas del asunto vasco, la reflexión es en conjunto , es al dislate general y viene a cuento siempre pero hoy tiene la percha de que ayer, por lo visto, hubo un referéndum en Andalucía

Para aprobar un nuevo estatuto que lo mismo que todos los otros nadie desde la sociedad ha pedido(el catalán cuando empezaron con el lio no interesaba ni a un 5 por 100), ni nadie siente como necesidad, ni en realidad necesita nadie excepto los políticos. Dos de cada tres andaluces no fueron a votar. No hace mucho en el catalán tampoco acudió a las urnas, a pesar del enorme revuelo, el 52 por ciento y al final fue aprobado con un exiguo 33 por 100 del censo electoral.

Los Estatutos, las apetencias de poder autónomo de los políticos, las proclamas de identidad nacionalista, los blindajes de competencias y el largo ecetera de deseos de la clase política , no tienen nada que ver y así lo percibe la mayoría de la ciudadanía con las verdaderas necesidades de la población, ni con sus problemas reales.

Pero las autonomías son el gran, inmenso, total, indescriptible , maravilloso e inagotable pesebre de la clase política.

Las autonomías no han vertebrado la Nación española. La están desvertebrando cada día más, y no lo digo solo por casos de evidente síntoma de separación y ruptura que pretenden los nacionalistas radicales y no tan radicales, sino por el disparate que alcanza a todos y da igual que se trate de agua, de fuego, de sanidad o hasta de geografia. Ya no digamos si es de historia lo que se habla o de lengua lo que se discute.

Las autonomias, amen de romper y hacer añicos los conceptos de ciudadanía compartida, de bien publico común de todos los españoles, de volvernos al territorio, a la tribu y enaltecer como señas identitarias en muchas ocasiones al patetismo mas atroz, pero eso si tremendamente subvencionado , han convertido el Estado en 17 taifas, con boato de reyezuelos (este es el país de las dos decenas de presidentes), con pléyades de visires (hay más ministrillos que hormigas) , miríadas de funcionarios y constelaciones de “clientes” fijados a las ubres. Y todo con un estado que, encima, sonríe bobaliconamente , cada vez mas raquítico, solo gestiona ya el 19 por 100 mientras que las insaciables criaturas exigen “más, más y más” y cuando llega el problema , sea fuego, agua, luz, chapapote o la última carretera no dudan en quitarse el muerto de encima y echárselo encima al que han dejado sin resortes ni recursos.

Diecisiete sistemas sanitarios diferentes, diecisiete sistemas educativos contradictorios y todo casi por igual de malos, peleas entre territorios por que el “agua es mía”, disputas por ver quien no acude a apagar los incendios y , a un paso estamos, diecisiete fiscalidades, diecisiete justicias . Pero eso si, algo unificador: ¿cuántos centenares de miles de cargos públicos? ¿Cuántos?. ¿Se atreve alguien a contarlos y a contárnoslo?.

El Estado de las Autonomías, dicen los políticos, no tiene marcha atrás. Ese parece ser nuestro sino y nuestra sima. Pero ¿por qué no ha de tenerla?. Será solo si al pueblo soberano no le da un día la real gana de cambiarlo. Y porque no puede el pueblo español un día parar y corregir ese camino que por mucho que nos digan que nos lleva a no se sabe que paraíso donde nos esta acercando cada vez más es a un callejón de muy malas salidas.

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Autor

Antonio Pérez Henares

Ejerce el periodismo desde los 18 años, cuando se incorporó al diario Pueblo. Ha trabajado después en publicaciones como Mundo Obrero, Tiempo, El Globo o medios radiofónicos como la cadena SER. En 1989 entró al equipo directivo del semanario Tribuna, del que fue director entre 1996 y 1999. De 2000 a 2007 coordinó las ediciones especiales del diario La Razón, de donde pasó al grupo Negocio, que dirigió hasta enero de 2012. Tras ello pasó a ocupar el puesto de director de publicaciones de PROMECAL, editora de más de una docena de periódicos autonómicos de Castilla y León y Castilla-La Mancha.

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