Concluye hoy la primera temporada de la serie Física o Química en Antena 3. Os traigo la opinión de un profesor de Instituto.
Mis amigos que son profesores en enseñanzas medias me dicen que no los demás no tenemos de idea de cómo están los centros educativos, sobre todo los institutos: indisciplina, tráfico de drogas, sexo, abulia de los profesores (otros contribuyen a lo anterior)…
Cuando salta la noticia de que unos chicos violan a una niña y lo graban en un móvil o de que España es el mayor consumidor de cocaína del mundo, se produce el gran escándalo, pero muy pocos se preguntan por qué ocurren esas cosas y nadie con poder se decide a cambiarlas. La emisión de la serie Física o Química ha causado el escándalo de costumbre entre los biempensantes, que en nuestros días son los progres. ¿Hay algo de verdad en lo que se cuenta?
Os dejo una columna del profesor de Instituto Pascual Tamburri, que enseña en Navarra.
¿La vida en los Institutos españoles es así? ¿Es sólo así? Y en todo caso ¿es adecuado reflejarla así, llena de… sexo, violencia, drogas y alcohol, por ejemplo? No hay respuesta buena, o al menos no hay una sola respuesta: ni está dicho que la ficción deba reflejar la realidad, o sus partes más sórdidas, ni está prohibido que lo haga, aunque sea discutible, incómodo o molesto.
Si sabemos que fumar hachís sistemáticamente atonta (mire usted a su alrededor, señora: verá usted atontados que viven para fumar y fuman para vivir), ¿por qué es legal? Si prohibimos que se haga en los Institutos, ¿por qué no es posible registrar a un alumno que probablemente trafique, y por qué si excepcionalmente se le atrapa y confiesa la máxima sanción es de unos días de expulsión, como si hubiese roto un cristal y encima después de un estúpido papeleo?
Usted, compañero profesor, y usted, compañero padre, pónganse de acuerdo y abran los ojos: no se quejen de una serie de televisión, quéjense más bien de las leyes y cambios que su partido aprobó y su sindicato apoyó. Ustedes han querido este cambio cultural
Exacto. Mucha gente, muchos padres y profesores (y pedagogos, secta maldita), inculcan en sus hijos y alumnos el odio a todo principio y toda responsabilidad, el hedonismo y la incultura; luego se sorprenden de que lo que ven en sus aulas o en sus casas.
