La Marea de Pérez Henares

Los bautizadores de la Moncloa

El mundo político no ha aportado demasiado a la literatura universal pero es justo reconocer que si lo ha hecho al lenguaje. De hecho ha inventado uno. El lenguaje político es el arte de llamar a las cosas por un nombre diferente para que no parezcan lo que son ni se diga lo que en verdad se quiere decir. La cúspide, por tradición y raigambre, es el lenguaje diplomático donde la cuestión ha alcanzado la categoría de arte y penetrado de tal manera en el consciente y en el subconsciente de la humanidad entera que es universalmente admitido, sin mueca alguna de sorpresa, que ninguna de las grandes proclamaciones que solemnemente se proclaman urbi et orbe tiene porque contener un átomo de sinceridad o un solo gramo de veracidad. La ecuación es, además, inversamente proporcional a su fiabilidad. Cuanto más grandes, enfatizadas, ampulosas y solemnes sean los alegatos más vacuos, tramposos e inútiles. Cuanto más sagrados principios se invoquen, libertad, paz, derechos humanos etc más intereses económicos e inconfesables se esconderán detrás .

Pero a ellos estamos sometidos y hacemos cotidiano ejercicio de sobreentendida aceptación. Los ejércitos, armados hasta los dientes, van siempre en “misión de paz”. Las invasiones serán siempre para «liberar un pueblo de la opresión». Un dato no será jamás negativo, como mucha concesión será “no positivo”.

El lenguaje político hace mucho tiempo, me imagino que desde que el poder existe, que tiene secuestrada a la verdad.

Y era la jerga diplomática, con permiso de la económica que le disputa duramente el trono, su reconocida cima. Pero es ahora nuestro presidente Zapatero quien quiere conquistar los catorce “ochomil”. Es, sin género alguno de duda, el más consumado especialista mundial en esta escalada. Su discurso, asimilado de”miss universo, cuando lagrimea por la paz mundial”, coronó el Everest con su “Alianza de las Civilizaciones” pero la está ahora poniendo pie en todos los montes y cordilleras hispanas. Un magnífico equipo de Sherpas bautizadores le ayuda en tan ardua labor. No hay que escatimar elogios para ellos: son geniales y capaces de quitarles la bandera, el piolet y los crampones a cualquier expedición de la cada vez más desvaída oposición . Con una palabra bien trovada les echan del sendero y los pierden en la nieve.

Así un trasvase es una “conducción”, el excarcelamiento (por fortuna coyuntural) de un terrorista un “acto humanitario”, una crisis galopante una “desaceleración”, una subida de los precios de no te menees, un “repunte”, que hasta suena bien. Y cuela, encima, cuela, y cada día cuela mejor y a cada momento son más las tragaderas de la población.

Ahora están buscando como rebautizar al paro, a los parados que se quedan en paro de toda la santa y cruel vida. Lo de desempleados es un apaño pero suena todavía un poco duro. Así que ya están tomando medidas y cogiendo el hisopo. A unos han decidido ni contarlos. Les llaman algo así como “demandantes en busca del primer empleo”, y los mandan al limbo de la inexistencia estadística para que no molesten a las cifras del libro blanco, inmaculado de ZP. Pero ahora están con lo mollar. ¿Cómo van a bautizar a los parados?. Es esencial encontrar un nombre que ponga sordina a esos dígitos crecientes, a esas 37.542 personas más que en abril han perdido su trabajo para engrosar los ya 2.338.517 parados que ya hay en España . Parados hasta que los bautizadores de Moncloa, en eso están, encuentren el nombre mantra que los desactive como dedo que señala una realidad molesta para el poder.

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Autor

Antonio Pérez Henares

Ejerce el periodismo desde los 18 años, cuando se incorporó al diario Pueblo. Ha trabajado después en publicaciones como Mundo Obrero, Tiempo, El Globo o medios radiofónicos como la cadena SER. En 1989 entró al equipo directivo del semanario Tribuna, del que fue director entre 1996 y 1999. De 2000 a 2007 coordinó las ediciones especiales del diario La Razón, de donde pasó al grupo Negocio, que dirigió hasta enero de 2012. Tras ello pasó a ocupar el puesto de director de publicaciones de PROMECAL, editora de más de una docena de periódicos autonómicos de Castilla y León y Castilla-La Mancha.

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