El insulto, la ofensa ,la injuria no son un ejercicio de libertad de expresión sino una corrupción de ese derecho esencial . Pretender ampararse en lo segundo para conseguir impunidad en lo primero es de un cinismo y de una desvergüenza manifiesta. Significa llanamente reclamar una patente de corso por encima de leyes y de derechos de los demás.
Los periodistas hemos dicho muchas veces que si en el desarrollo de nuestra actividad incurríamos en excesos no era necesaria ninguna reglamentación ni código de conducta ni sanedrín profesional que actuara, que para eso estaban y bastaban las leyes ordinarias. Que un ciudadano recurra a ellas si se siente ofendido y agredido es, pues, tan legítimo como respetable. Es más. Se supone que es lo que deseamos que ocurra.
Pero no. O al menos, algunos se consideran que ellos están por encima de las leyes. Que pueden insultar, ofender, injuriar, agraviar y pisotear a una persona y que esta debe bajar sumisamente la cabeza pues es un periodista que está haciendo uso de la libertad de expresión.
En el juicio de Gallardón contra Federico Jiménez Losantos esto es, de fondo lo que se debate. Estamos hablando de derechos y no creo que exista artículo en tal sentido en la Declaración Universal ni exista Constitución alguna en el mundo que ampare el derecho a insultar . No. Tampoco si el ofensor es periodista. No da bula. Ni puede darla.
Puede comprenderse que para intentar defenderse se acoja el querellado a triquiñuelas pero pretender como se ha pretendido que las graves ofensas personales, las graves imputaciones , vienen a ser parte del “lenguaje radiofónico” es otro insulto. A todos y en especial al propio medio de comunicación. Afirmar incluso que lo que se dice en la radio no es algo que luego se pondría negro sobre blanco en un papel escrito es ya grotesco. O sea, que las palabras se las lleva el viento y uno en la radio puede permitirse la barbaridad que quiera.
Será, como no puede ser de otra manera, lo que la justicia decida y a su afallo habra que aguardar.Pero lo acaecido en la sala ha traspasado los cauces de lo grotesco. Sobre todo cuando se ha pretendido reclamar contra el alcalde madrileño el testimonio de sus propios compañeros de partido que defienden matices y posturas políticas dentro del mismo proyecto o que incluso han protagonizado algunos significativos encontronazos. La pretensión era un tiro envenenado. Pero la pólvora estaba mojada o aún peor: ha salido por la culata. Zaplana, Aguirre y Acebes no se han prestado al juego. Y el locutor carga ahora con su habitual desproporción contra ellos porque negarse a embarcarse aún más con el en su cada vez más desquiciada deriva. La lista negra de enemigos es ya tan abultada que prácticamente es que no queda nadie fuera de la misma. Recuerda a aquella famosa película de Ford, “Un hombre tranquilo” donde el bravucón iba mandando apuntar a todos cuantos le contrariaban y acababa por tener a todo el pueblo metido en ella. Al locutor le empiezan a no caber los enemigos. Y el socio con el que anda encollerado puede que empiece a maliciarse de tan arriscada compañía. Vamos, que a no mucho tardar y cuando ya no les quede alrededor nadie a quien morder raro sería que no acabaran a dentelladas entre ellos. Y es que hay demasiado colmillo al descubierto.
PRSENTACION EN OVIEDO DE «El Último cazador»
Hoy jueves, dia 29 de mayo, a las 19,30 presentaré en Oviedo, en la libreria «Cervantes» mi novela «El último cazador». Si algun visitrante de La Marea de la zona quiere acudir estaré encantado de saludarle.
Tambien hablaremos del libro que ínició la trilogía y que se ha vuelto a reeditar ahora en edición de bolsillo.