La Marea de Pérez Henares

Los rebaños periodísticos

La diga Agamenon o el porquero la verdad es una y tiene similar categoría al hecho. Pero hoy hechos y verdades no son categorías del agrado de los poderosos. En verdad, nunca lo han sido. El poder siempre prefirió la propaganda y el panegírico.

En realidad, se disimule la cuestión con la sonrisa farisaica que se quiera, la crítica resulta insoportable al hombre y en grado superlativo se le hace intolerable al político. Y quizás sean peores quienes proclaman con untuosa hipocresía lo contrario. Yo tuve la demostración en mi juventud periodística con un gobernador civil de los primeros tiempos democráticos obligado por los tiempos a marcar distancias con los anteriores y presumir de talante. Mis opiniones en la prensa local en aquellos días ilusionantes no eran ni siquiera ácidas, pero alguna, como es lógico, no resultaba positiva para la autoridad provincial. Presuntamente siempre las recibió con aparente bonhomía y hasta buscó acercamientos y amistades. Creí que aquel hombre era sincero en su aprecio y hasta quise creer que había afecto mutuo.

Un día como sucede siempre a los cargos, aunque ellos los consideren vitalicios, fue cesado. Perdimos el contacto. Al paso del tiempo lo reencontré. Recuerdo bien el desagradable momento. Con encono contenido y con ponzoña largo tiempo acumulada se dirigió a mi y en un arrebato de sinceridad, ahora que ya nada tenía que perder y por tanto no había porque disimular sentimientos, me espetó su rencor . “Si me aguantaba y sonreía era porque no me quedaba otro remedio y además así conseguía amortiguar mucho cualquier palo. Que lo sepas, te engañaba. Siempre me has parecido un cabronazo”. Fue un desahogo de agradecer y una lección que no he olvidado.

Ahora la generalidad de los políticos ya no se andan con tanto tapujo. Se acabó hace tiempo la edad de la inocencia. En esta España del bipartidismo, las taifas nacionalistas y los reyezuelos autonómicos las cosas tiempo ha que dejaron de juzgarse por estar bien o estar mal .Las cosas son del PSOE o del PP. Y han de juzgarse dependiendo de quien las hace. La pretensión del político y del cargo, que es decir lo mismo o la aspiración a lo idéntico, no es la valoración de los hechos por su esencia sino por su color. Han de tratarse bien por ser este cariz o exactamente por lo contrario. Y el periodista solo tiene dos caminos. Que es uno sólo. Ser afecto a los unos y desafecto a los otros. El orden de factores es indiferente para el axioma.

Pero si esta es la pretensión del político y la domesticidad la mejor virtud que el rebaño pueda poseer no es menor la culpa de las presuntas reses libres que quieren convertir en ovejas. Son ellas las que con entusiasmo se encuadran entre las blancas o entre las negras. Son ellas las que entienden que balar en esta dirección es su misión, que es la sigla su pastor y su dulzaina, su cayado y sus perros su exclusivo guía en la cañada. Intelectuales y periodistas gozamos, eso si, de una libertad: podemos elegir cualquiera de los dos rebaños.

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Autor

Antonio Pérez Henares

Ejerce el periodismo desde los 18 años, cuando se incorporó al diario Pueblo. Ha trabajado después en publicaciones como Mundo Obrero, Tiempo, El Globo o medios radiofónicos como la cadena SER. En 1989 entró al equipo directivo del semanario Tribuna, del que fue director entre 1996 y 1999. De 2000 a 2007 coordinó las ediciones especiales del diario La Razón, de donde pasó al grupo Negocio, que dirigió hasta enero de 2012. Tras ello pasó a ocupar el puesto de director de publicaciones de PROMECAL, editora de más de una docena de periódicos autonómicos de Castilla y León y Castilla-La Mancha.

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