La Marea de Pérez Henares

La noche del cazador

La noche es crecientemente el momento en que más siento el monte. Y en estos días de verano el mejor para disfrutarlo. Más allá del animal que aceche, si es que fuera menester acechar alguno, que cada vez lo necesito incluso menos como excusa, es ya el rito más querido y esperado del día el echar a andar hacia el crepúsculo, buscando silenciosamente el silencio y el frescor de la oscuridad. Y todos sus silencios, y cada unos de sus roces y el sobresalto de todos sus sonidos. Porque nada suena como la noche del cazador ni nada tiene más silencios escudriñados como aquellos que suceden a un leve chasquido, a un mínimo tamareo y que, casi siempre, desaparecen y se diluyen en la nada.

La noche del cazador tiene en el preámbulo de las estrellas, una luna ya perfilada en el cielo azul con el planeta Venus brillando cerca. Tiene en las voces previas al silencio que descorrerá la cortina de las voces nocturnas a los mirlos que unas veces suenan con toda la armonía del atardecer y otra con toda la algarabía de las alarmas y el sobresalto. Tiene también el zureo tardío, ya como más echado, de alguna paloma. Tiene pájaros cerca de la charca, si hay charca. Tiene insectos que zumban y puede tener muchos mosquitos vibrando peligrosamente cerca de nuestra oreja. Puede tener incluso a la última codorniz. Pero todos habrá un momento en que se detengan. Casi de golpe. Hasta el rebullir de los conejos parece haberse detenido.

Es un momento. Le llaman los pescadores el sereno y los catalanes tienen palabra única para señalarlo: “vespra”. Y esta todo callado. Hasta que suena el autillo y no nos damos cuenta que ha comenzado a actuar una orquesta de grillos . La noche ya esta sobre nosotros y ahora suena la brisa de otra manera entre las encinas, y de otra manera sentimos agitarse las retamas. Las sombras ya son cosas y los bultos pueden tener personalidad cambiante. . Entonces miramos hacia arriba y el cazador ya puede señalar las “Tres Marias” y el “Carro”. Puede que no lo haya hecho porque el ladrido de un corzo en celo haya suspendido la respiración de quien aguarda o el inconfundible acercarse regruñendo de una piara le haga comprobar una vez más de donde viene el aire.

Hay quienes cuentan y recuentan los lances. De aquel zorro, de aquel cochino viejo, del escudero , de aquel tropel de “pepas” que casi lo arrolla . Hay quienes sentimos, cada vez más, que en realidad el lance es la noche. En si misma, la noche. Y estar en ella , quedo, en silencio, el privilegio de una vuelta a los orígenes.

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Autor

Antonio Pérez Henares

Ejerce el periodismo desde los 18 años, cuando se incorporó al diario Pueblo. Ha trabajado después en publicaciones como Mundo Obrero, Tiempo, El Globo o medios radiofónicos como la cadena SER. En 1989 entró al equipo directivo del semanario Tribuna, del que fue director entre 1996 y 1999. De 2000 a 2007 coordinó las ediciones especiales del diario La Razón, de donde pasó al grupo Negocio, que dirigió hasta enero de 2012. Tras ello pasó a ocupar el puesto de director de publicaciones de PROMECAL, editora de más de una docena de periódicos autonómicos de Castilla y León y Castilla-La Mancha.

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