La Marea de Pérez Henares

Viaje al amanecer y al atardecer de Doñana (I y II)


Cuando aun no ha empezado a clarear siquiera el alba, y con una luna casi llena, presidiendo el cielo, el celador forestal José Millán y yo avanzamos por el camino de arena en el que cruzan y recruzan los conejos. “En este recodo ya veras como hay muchos. Y no te digo los que había en tiempos” Y en efecto, así sucede. Hay multitud de gazapos y a ambos se nos alegra la vista al contemplarlos. Ellos son más que nadie de quien depende el hoy y el mañana de Doñana.

Pasamos al lado de una viaja casa de guarda. Millán me señala: “ahí estaba el pozo, ahí atada a una cuerda se bajaba la botella de vino para enfriarla y ahí estaba el huertecillo” . Poco despues nos detenemos, ante la marisma ahora seca , ya con las estrellas empalideciendo y la claridad abriéndose ante nosotros. El sol saldrá al frente pero no lo veremos nacer. Está nublado. Le digo a Millán: “Conocías muy bien esta zona y esa casa”. Me contesta: “Como no voy a conocerla. En ella vivió y murió mi abuelo materno. Era guarda de Noguera. Se mató al caerse de un caballo por montar a pelo y a pesar de ser muy buen jinete. Allí he pasado muchos días y he dormido otras tantas noches yo de niño. Y allí es donde oyendo a aquellos hombres hablar junto a la lumbre es más he aprendido. Todo lo sabían del monte y yo me quedaba fascinado escuchándolo. Que bien lo contaban en aquellas noches . Y aun me parece sentir el olor y el sabor de los conejos asados en las brasas de escamas de piñas”.

José García Millán lleva 19 años de guarda en Doñana. Y a ellos hay que añadir, para entender todo lo que sabe y como lo sabe los muchos más que lo estuvo su abuelo. No es el único caso: hijos y nietos de guardas han estudiado, algunos carreras universitarias, y ahora han vuelto a trabajar al parque uniendo esa experiencia vital de sus ancestros y ese conocimiento científico. Buena mezcla y quizás origen de una renovada y más sensata gestión de Doñana que se está empezando a dejar sentir.

La primera luz en la puma rosa del flamenco

El amanecer de Doñana primero entre lentiscos y luego entre tarays y aneas. Cruzan al alba los ciervos y recuas de caballos se dirigen en fila hacia los abrevaderos. Nosotros vamos buscando entre la reseca marisma los últimos lugares encharcados. Cruzamos, tras dejar atrás alcornocales y el bosque y matorral mediterráneo una amplia extensión ahora agostada . Antes saltaban los conejos, ahora en esta planicie son las liebres las que corren. Y un zorro se solapa cuando ya el día, aunque sin sol, ha despuntado del todo. Avanzamos hacia una manchas de verdor en el horizonte. Asoma la primera lagunilla en medio del carrizo. Blancos plumajes de garcillas y espátulas se contrastan con las cenizosas garzas. Más allá hay una charca ya más grande y luego es un rosario de agua y verde. De pronto ,tras un recodo, nacen al mismo tiempo el sol y los flamencos. La luz ilumina las aguas y el verde de las plantas revive cuando en el mismo instante un rayo nos regala el rosa vivo y alegre de la pluma del flamenco.

El último hundiendose en el Atlántico llama a los jabalís a la playa

Dos venados cruzan la desolada extensión que un día no lejano estuvo cubierta por el agua. Caminan con cansina parsimonia hacia la línea de vegetación y frescor que se divisa en lontananza. Vamos con ellos.
El borde del bosque y una franja que reverdea estan llenos de vida y de animales. Hay caballos entre los que pastan los gamos . Llegan los ciervos y empiezan a moverse hacía algún lado que ellas sabrán las vacas marsimeñas. El sol tiene ya una luz más blanda. Después de haber cuarteado el barro seco ahora quiere acariciar los últimos pastos frescos. Muchas hembras tienen crías. Jabatillos, recentales de gamo y gabatas de ciervo corretean cerca de sus madres.
Nos marchamos con rapidez hacia la costa. El crepúsculo ya esta en las dunas. Un magnifico ejemplar de venado perfila su cuerna contra el cielo. Sube un montículo coronado por un retorcido pino superviviente de arena y viento y se topa al otro lado con otro macho. Entrechocan sus candiles . No hay pelea. Pero no tardara en haberla. El celo está cercano y los sultanes se batiran en duelo.
Recorremos el litoral al borde mismo de la ola. La marea esta muy baja y eso lo saben los jabalies. Salen de los matorrales y se dirigen solitarios o en pequeños grupos hacia el agua. Allí hozan en la arena húmeda y buscan conchas y coquinas o comen desperdicios que ha depositados el mar. El sol esta cayendo rápidamente y su esfera ya se funde con el horizonte azul del océano. Parece un instante suspenderse y luego comienza a hundirse en la profundidad del mar desparramando al morir toda su rojiza belleza sobre las aguas, el cielo y la tierra de Doñana.

II PARTE

DOÑANA

40 años del más emblemático de los Parques Nacionales españoles

El más emblemático de los espacios naturales españoles, el mítico Doñana, en la desembocadura del río Guadalquivir, celebra doble cumpleaños. Sus 100.000 hectáreas de territorio protegido están amparadas bajo dos figuras: la mitad, Parque Nacional , que cumple ahora 40 años y la otra mitad, el entorno inmediato que lo rodea, que cumple 20 como Parque Natural. La diferencia es el grado de protección y de restricciones a la intervención humana. Que existe en ambos casos pues estos espacios llevan milenios troquelados por la mano del hombre y ésta debe seguir actuando para conservar hábitat o restaurar equilibrios.

En el Parque Nacional han vivido desde milenios, desde aquel Tartesos que se supone duerme bajo alguna de sus arenas, gentes y ganados. Aún hoy alguno queda, el ultimo superviviente de una estirpe marismeña que aborrece el asfalto. Pero también persisten las labores y los ganados. Las vacas marismeñas y las yeguas son lo más visible. Vacadas y caballos son tan “parque” como los gamos o los ciervos. De hecho pastan juntos. Juntos en la época de los lucios a rebosar y la marisma totalmente encharcada buscan las vetas(corredores altos que se mantienen secos) o acuden a los abrevaderos como ahora, en que todo es calor y polvo .

Viven en Doñana unos 1600 caballos y otras tantas vacas. En completa libertad. Cada año las yeguadas son agrupadas por su propietarios . Es la Saca de las Yeguas que tiene lugar los días 25 y 26 de junio. Es un espectáculo increíble y una tradición que se remonta hasta hace 500 años. La caballada reunida se dirige hacia el Rocio, y pasa ante el santuario de la Virgen, de la más venerada , cantada y paseada imagen de las España, la Blanca Paloma, la reina de las marismas. Los jinetes cantan ante ella una salve a las 12 de la mañana de día 26 y luego el tropel se dirige, dividido para mejor controlarlo, hacia Almonte. Allí tiene lugar feria, compras, ventas y trueques y la tuza, esto es cortar las crines y asear los rabos de las caballerías amen, de proceder a marcar a los nuevos potros. La yeguada regresa después al Parque.

Porque Doñana es, además de Parque, Rocio. Es por sus arenas por donde transita el camino, por donde llegan, desde todas las direcciónes, desde los cuatro costados de Anadalucia y hasta cruzando el río, por sus arenosos senderos, los romeros con sus carretas, con sus bueyes, y con los siemprevivas de sus Hermandades. Ha sido así y así se mantiene pero para ello hay que extremar cuidados. Son cerca de un millón y medio los que se dan cita en la aldea y hay que ser muy responsable y respetuoso en ese paso para no dejarlo todo destrozado.

La ganadería no es el único aprovechamiento. Carbón vegetal se hacía y algo aún se sigue haciendo, como aprovechando los piñones de los pinos. También la apicultura tiene su lugar. Es más, en una nueva gestión que se está dejando notar de manera cada vez más positiva, la propia guardería, actúa para rozas, desbroces y podas. Ayudan a restaurar habitat. Sobre todo para hacer crecer las poblaciones del animal más importante de Doñana, aquel a quien no se le prestó la atención necesaria pero de quien dependen todos, el humilde conejo. Porque el conejo es la clave de Doñana, es el alimento del lince y del águila imperial. Y la nueva política está dando sus frutos.

Hay cada vez más conejos en el Parque y hay cada vez, por ello y despues de declives dramáticos a pesar de la protección, más imperiales, este año han criado nueve parejas, y se está recuperando un poco el lince: puede que entre los dos parques, el nacional y el natural, ya se acerque de nuevo a los 50 ejemplares. En libertad y salvajes, aparte de los del centro de cría en cautividad que está logrando también importantes éxitos de la mano de Astrid Vargas. Tal vez en el 2010 algunos de estos animales se introducirán ya en que se consideren factibles para su expansión.

Porque y contando con Andujar, con Doñana, con las reaparecidas colonias de Castilla-La Mancha, el lince parece empezar a tener esperanza. Como ya la tienen las aguilas imperiales. Y ha de tenerla con el acuerdo y el apoyo de todos. Porque junto al Parque Nacional esta el Parque Natural y allí muchos aprovechamientos, agrícolas, ganaderos y de todos tipo se mantienen. Por supuesto que también la caza. El respeto de todos y entre todos es esencial. Hay una lección que aprender pero que poco a poco se está aprendiendo. Los de “dentro” y los de “fuera” no sólo han de tolerarse sino beneficiarse, aprovechar y comprende los “otro”, colaborar para el desarrollo de todo y la riqueza que todo representa. Ese será la base más sólida del futuro de Doñana.

Un futuro que empezó hace ahora 40 años. En un momento trascendental y delicado en extremo porque la amenaza era inminente cuando fue declarado santuario de la naturaleza como Parque Nacional : por un lado la expansión urbanística y turística desde Matalascañas que de expandirse descontroladamente hubiera destruido los 35 kilómetros de litoral y dunas desde ese punto hasta la desembocadura del Guadalquivir en Sanlucar de Barrameda. Por el otro costado y en Almonte se pretendía poner el marcha un magno plan desarrollista en el sector agrario, el Plan Almonte-Marismas cuya pretensión era convertir todo Doñana en un inmenso arrozal. Hoy las amenazas no han desaparecido y la vigilancia debe mantenerse pero que duda cabe que lo que pudo ser catastrófico ha sido controlado.

ECOSISTEMAS

Para comprender mínimamente Doñana, su maravillosa biodiversidad, hay que comprender de inicio que hay diferentes Doñanas y muy variados ecosistemas, cada uno con sus peculiares floras y faunas. Hay muchos Doñanas en uno.
Está el largo litoral atlántico, el territorio de la gaviota ( la escasa “andouin” de hace unos lustros vuela ahora grandes bandadas,) donde a veces varan cetáceos, donde también vienen cada amanecer los mariscadores (otro aprovechamiento humano del parque restringido a 150 permisos) y donde bajan los jabalís a aprovechar lo que el mar arroja o a desenterrar coquinas. Hay muchos jabalís en Doñana, demasiados. En el crepúsculo vimos cerca de un centenar al borde del agua a lo largo de toda la costa. Son ya un problema. Sobre todo para los conejos, excavando con su jeta las gazaperas de cría (es un terreno arenoso y fácil) y causando verdaderos estragos. La guardería, al no estar, como Parque Nacional, permitida la caza está intentado reducir estas poblaciones. El mar arroja mucha porquería. La ola nos devuelve la agresión del hombre a sus aguas. Cada día se limpia la larguísima playa y no puede dejar de hacerse ni uno sólo. El peligro extremo es el plástico. En ocasiones llegan muertas grandes tortugas. La razón es que se han tragado las bolsas de plástico a las que confunden con medusas y tal error tiene resultados fatales.

Junto al litoral está el mar de dunas. Es otro Doñana. Mágico y móvil. La duna se mueve. Entre un frente y otro de arena están los corrales de pinos. Estos son anegados y cubiertos completamente. La duna los asfixia, pero cuando pasa, comienzan, junto a algunos superviviente que han aguantado en un punto más elevado, a rebrotar de nuevo.

Otra Doñana esencial es la de la marisma. Kilómetros cuadrados encharcados a los que acuden centenares de miles de aves acuáticas. Ahora en verano está seca y reseca, apenas quedan algunos lucios con agua donde se refugian flamencos, garzas, ibis, espátulas y zampullines.

Y está la Doñana de monte mediterráneo, la Doñana de los grandes alcornoques,las “pajareras”, del lentisco, del matorral bajo, el lugar favorito del lince. De hecho hay quien llama a los lentiscos, que permiten cobijo y camuflaje total al felino, linceras.

Muchas Doñanas y otras dos. La Doñana de los peregrinos. La Doñana encharcada a la que vienen a invernar , los más listos de los turistas. Cuando en su norte natal hace un frio helador, los ansares, todo tipo de anátidas, de limícolas. Doñana es un lugar de reposo o, a veces, de repostaje para proseguir hacia el sur, hacia Africa.

Que es desde donde viene otra Doñana, para pasar aquí primavera y el verano. Cigueñas y otras zancudas, garzas y garcillas vienen a criar. Porque estas en realidad son nativas que retornan al lugar que las vio nacer y donde vienen ellas a sacar sus polluelos. Doñana es, por ultimo, lugar de paso, punto esencial en las autopistas del aire, el gran y ultimo aeródromo de las aves europeas y africanas en su viajes.

Y es por todas estas Doñanas por la que su biodiversidad no tiene rival. Entre los mamíferos se pueden contar al simbólico lince, al meloncillo, a la jineta, a la garduña y, faltaria más, al zorro y sobre todo a ese conejo que sustenta a muchos de ellos. Las aves encabezadas por el águila imperial cuentan también con otras especies aquilinas: la culebrera, la calzada, la pescadora, el aguilucho cenizo y el lagunero junto al ratonero, el halcón y el azor y sus miniaturas, el alcotán y el gavilán. Los milanos negros, enjambres casi cuando cruzan el estrecho, se solapan con los más escasos milanos reales. Las especies de pájaros vinculadas al agua son incontables. Aunque con dificultad el flamenco ha vuelto a reproducirse en el parque . Los quelonios y reptiles, desde el galápago a la víbora dejan la huella de su paso en las arenas.

Todo se ha escrito ya sobre Doñana y todo queda por escribirse. Porque es un espacio en continuo movimiento. Se rememorara una y mil veces más a Tartesos y se fabulará al rey Argantonio, se compondrán poemas y se muñirán novelas. Su mismo nombre será objeto de leyenda. Doña Ana, mi paisana alcarreña, de Pastrana, hija dela más bella tuerta de nuestra historia, la princesa de Eboli, fue que se lo dió. Casada con el duque de Medinasidonia , almirante de la desdichada Armada que quiso ser Invencible y acabó desarbolada, se retiró a un palacio, el palacio de “Doña Ana” y así quedo el nombre para siempre.

El Coto, como también se le ha llamado por serlo de caza y cacerías reales, estuvo siglos en propiedad de la más alta nobleza. Buena parte de lo que es ahora fue concedido a Guzmán el Bueno, el héroe de Tarifa, y en la familia de los Medinasidonia se mantuvo mucho tiempo. Otras casas aristocráticas y algunos grandes potentados que comenzaron como administradores de esas casas, como la familia Noguera, disfrutaron de extensos terrenos en lo que hoy es patrimonio publico. Sus guardas vivieron en las casas que puntean por todo el Parque. Sus nietos, herederos de su sabiduría, son en muchos casos los celadores de actual Parque y en mejores manos que en las suyas difícilmente pueda estar Doñana.

(Publicado en la revista Ronda Iberia)

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Autor

Antonio Pérez Henares

Ejerce el periodismo desde los 18 años, cuando se incorporó al diario Pueblo. Ha trabajado después en publicaciones como Mundo Obrero, Tiempo, El Globo o medios radiofónicos como la cadena SER. En 1989 entró al equipo directivo del semanario Tribuna, del que fue director entre 1996 y 1999. De 2000 a 2007 coordinó las ediciones especiales del diario La Razón, de donde pasó al grupo Negocio, que dirigió hasta enero de 2012. Tras ello pasó a ocupar el puesto de director de publicaciones de PROMECAL, editora de más de una docena de periódicos autonómicos de Castilla y León y Castilla-La Mancha.

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