La Marea de Pérez Henares

Autoridad y disciplina no son Dictadura y Represion

En una Nación discutida y discutible hasta por su propio presidente, cuyo idioma reconocido universalmente es acosado y prohibido en partes de su propio territorio, que insulta y vocifera contra los símbolos comunes, donde identificarse como ciudadano de la misma conlleva la acusación de facha y en la cual se ha pulverizado la cultura del trabajo y el esfuerzo como residuos de un ominoso pasado, nada más normal que los conceptos de autoridad y disciplina sean entendidos como terribles losas que es necesario erradicar de la sociedad.

En un impulso hacia el otro lado del péndulo, hartos y avergonzados de opresiones, glorias imperiales macilentas revueltas con cuajarones de sangres hermanas, imposiciones de lenguas y obligaciones de rituales, hemos acabado por irnos tan al otro lado que hemos caído en la confusión de todo, en la abolición por decreto ley de la sensatez y en la pérdida absoluta del sentido común. El vaivén ha sido arrebatado que ha descuadrado y roto hasta la caja de valores y más que recuperar pasusas y pasos lo que asoman la oreja son extremos del otro lado.

Pero si algo necesitamos con urgencia es precisamente eso: pausa y paso. Cordura, vamos. Al margen de soflamas mitineras y campaneos presuntamente ideológicos en berrea de voto. Recuperar valores, sentido y pulso es una necesidad ineludible e inmediata de la sociedad española. Comprender que para nada son lo mismo sino muy diferentes y contrarias Autoridad y Dictadura como lo son Disciplina y Represión. Lo primero son valores, normas, emanadas de derechos y deberes. Lo segundo aberraciones extremas.

Entender que los actos positivos merecen premio y son recompensados y los negativos castigo y pena no significa en absoluto opresión ninguna sino muy al contrario estado de derecho y sendas delimitadas por los derechos y deberes. Cierto que al delincuente hay que buscarle reinserción y salida. Pero eso ha de ser tras no quedar impune, sino cuando ha superado el castigo por sus delitos y se ha arrepentido de sus actos. La reinserción, el perdón y el caramelo sin pena alguna, ni mínimo arrepentimiento no es tal. Es simplemente impunidad e invitación a la reiteración del crimen. La impunidad del delito y la sensación generalizada de que ese es el estado actual de la situación nos llevan de inmediato a la jungla del miedo.

La propuesta de devolver al profesor la autoridad perdida, que deberían recuperar también los padres sumidos en el caos de la permisividad completa, es un paso en la mejor de las direcciones. Y lo sabemos todos y lo saben hasta los que se oponen sin saber muy bien que oponer como argumento. Un padre no es igual que un hijo. El uno tiene responsabilidad y autoridad. No son compadres. Un maestro-y ello es consustancial al aprendizaje y pauta imprescindible en el desarrollo de la especie humana- es quien trasmite los conocimiento y un alumno quien los recibe. No son colegas. El disparate final se produce cuando el padre compadre del alumno dislocado asalta al profesor que intenta recolocarlo. Nada anormal en una escuela donde suspender supone lo mismo que aprobar. O sea, que te dan el carné de conducir aunque en el examen te hayas saltado tres stop.

Recuperar valores y conceptos primarios y primordiales y en los puntos de partida: casa y escuela, es el sendero para volver a la cultura positiva de trabajo y esfuerzo, derechos y deberes, en futuros inmediatos. “Para ello no hacen falta leyes” dicen los que, en el fondo se oponen, pues fueron los postulantes del desastre en que estamos sumidos. Tal vez no fueran necesarias pero es que resulta que sí porque vivimos bajo unas que ellos promulgaron y que han propiciado este dislate.

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Autor

Antonio Pérez Henares

Ejerce el periodismo desde los 18 años, cuando se incorporó al diario Pueblo. Ha trabajado después en publicaciones como Mundo Obrero, Tiempo, El Globo o medios radiofónicos como la cadena SER. En 1989 entró al equipo directivo del semanario Tribuna, del que fue director entre 1996 y 1999. De 2000 a 2007 coordinó las ediciones especiales del diario La Razón, de donde pasó al grupo Negocio, que dirigió hasta enero de 2012. Tras ello pasó a ocupar el puesto de director de publicaciones de PROMECAL, editora de más de una docena de periódicos autonómicos de Castilla y León y Castilla-La Mancha.

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