La economía es una catástrofe y la política un muladar.
El Gobierno está desarbolado. No es que no quiera trazar un rumbo es que ni sabe, ni tiene idea remota de como hacerlo ni otra esperanza de que pase la tormenta y vengan desde fuera a remolcarle.
La oposición es incapaz de exponer a la opinión pública lo que ellos harían en este momento.
La confianza de los españoles en Zapatero se ha desplomado.
El Partido Popular está enfangando, incapaz de dar una respuesta clara y contundente al caso Gurtel .
En el PSOE no rechista nadie aunque hagan las mayores barbaridades del mundo, hasta las que repugnan al sentido común y a la conciencia.
En el PP las divisiones, guerras continuas y peleas de barones son el telón de fondo de la desconfianza en la recuperación del poder con un líder que nunca acaba de solidificar. O no le dejan.
La ley electoral, las listas cerradas y la omnipotencia de las cúpulas de los partidos han propiciado un empobrecimiento y un envilecimiento de la vida política y el establecimiento de una “casta”, mediocre, donde se persigue la brillantez y la idoneidad y se premia la sumisión.
La patria de los políticos dejó de ser hacer hace mucho tiempo la Nación pero también la ideología dejo de ser referente. La única patria y el único referente es el partido, entendido como instrumento de poder y de ascenso social.
El político ya no es en absoluto alguien que representa durante un espacio de tiempo a sus conciudadanos. Es un profesional del poder.
Enfebrecidas y abducidas parroquias aparte ¿alguien tiene alguna razón para votarles?