La Marea de Pérez Henares

No me replique, señor diputado, que soy una señora

Elena Salgado ha pasado de penosa a patética, ridícula y tramposa. Ahora pretende escabullirse de su apabullante derrota parlamentaria y dialéctica con el subterfugio de un feminismo mendaz y esperpéntico al que se ha sumado el «puñito de diseño», de Leire Pajin y el «sogilla» Llamazares, tal vez buscando un hueco en el PSOE dado que los suyos lo han largado. La excusa es tan estúpida y se percibe como tan burda maniobra para escapar de su propio fracaso que está mereciendo contestación incluso desde los sectores más afines.

El torticero argumento supuestamente feminista, utilizado en más de una ocasión con éxito pues el sambenito de machista es tan letal como el de homófobo o el de facha en el pensamiento progre y políticamente correcto, resulta cada vez más repudiable y vomitivo a la razón y al sentido común y urge respuesta sin complejos ante semejantes idioteces, que se convierten en sagrados principios por obra y gracia de no plantar cara a la tontería dada su presunción progresista y el riesgo de ser arrojado por quienes otorgan tal carné en el “lado oscuro” de la fuerza.

Pero aquí se ha ido demasiado lejos en la pretensión de tomarnos por memos, y por memas, utilizando otra estupidez lingüística en boga que ha eliminado el neutro como fórmula gramatical española, que es lo que se intenta con descaro al venir a decirnos que cuando se critica el comportamiento de una mujer uno incurre en grave delito machista. El machismo sería exactamente lo contrario: no tratarla simplemente como persona sin detenerse en discriminaciones por sexo. O pretenden que hasta en el debate en las cortes generales se aplique esa falacia de la discriminación positiva: «No me replique, señor diputado, que soy una señora” es la caricatura pero que refleja la verdad de fondo del argumento.

Porque es cierto que Rajoy la ninguneó, pero no por su condición femenina, sino por ser una simple “voz de su amo”, dándole igual que llevara melena o bigote, sino por el hecho de ser el “muñeco” que habla por el ventrílocuo. Se lo explicó el sensato Duran Lleida quien opinó que fue tratada con todo respeto y que tan sólo le dijo que en el fondo ella no era la responsable de la política económica sino Zapatero. “Y tiene toda la razón” apostilló el catalán. Vamos lo que había dicho Solchaga, que no eran ni ministros sino una especie de secretarios. Otro machista, el tal Solchaga.

Pero es que además la roma maniobra descubre su torpeza en el retardo de la propia reacción. Esa tarde, por lo visto, nadie se da cuenta del machismo. Es ya al día siguiente, tras rumiar en la noche como limitar los daños del fiasco, cuando se pone en marcha la consiga. Que no cuela.

No le cuela ni al bueno de Antonio Casado, quien con su sensatez de veterano en unas posiciones socialistas que siempre ha defendido con toda dignidad en su profesión periodística señala que el peligro que tiene ir sembrando tales acusaciones e infundios de machismo: “ El riesgo es que venga el adversario, o sea, Soraya Sáenz de Santamaría, a decirle la verdad: que la vicepresidenta se ha escudado en su condición de mujer para desviar la atención de algo que le ha salido mal. Qué le vamos a hacer”

Porque lo que ha hecho ahora Elena Salgado, más allá de su derrota y al pretender taparse en tal saco terrero, es una idiotez supina y no porque lo diga una mujer sino “aunque” lo diga una mujer. Porque si a Elena Salgado se le llama penosa, patética, ridícula y mendaz no es por ser mujer, es por ser penosa, patética, ridícula y mendaz como Elena Salgado, como vicepresidenta segunda del gobierno y ahora como persona por intentar huir de la quema con tan torticera excusa.

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Autor

Antonio Pérez Henares

Ejerce el periodismo desde los 18 años, cuando se incorporó al diario Pueblo. Ha trabajado después en publicaciones como Mundo Obrero, Tiempo, El Globo o medios radiofónicos como la cadena SER. En 1989 entró al equipo directivo del semanario Tribuna, del que fue director entre 1996 y 1999. De 2000 a 2007 coordinó las ediciones especiales del diario La Razón, de donde pasó al grupo Negocio, que dirigió hasta enero de 2012. Tras ello pasó a ocupar el puesto de director de publicaciones de PROMECAL, editora de más de una docena de periódicos autonómicos de Castilla y León y Castilla-La Mancha.

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