Entre los diferentes métodos de asestar puñaladas Alberto Ruiz Gallardón ha refinado la técnica, muy madrileña, del navajazo palmoteado asestado por persona interpuesta. La estocada, además, resulta que a quien va dirigida no a quien parece. A ese es al que se le largan una furiosa descarga de mandobles con la hoja ladeada y mucho grito y rebullir de capas pero a quien se le quiere meter el filo hasta los hígados, sin que se note, de tapado y aprovechando el tumulto es a quien se presume de defender enconadamente en la refriega.
En suma y para que nos entendamos. El revoltijo de mandobles servidos por el escudero Cobo , sin duda conocidos y corregidos en el fin de semana por el señor alcalde, no buscaban más allá de la teleguilla de Esperanza. A donde iba directo el herruzo era a la femoral de Rajoy.
A las pruebas me remito. El desaforado ataque en realidad a quien ha beneficiado ha sido a los intereses de la presidenta de la Comunidad de Madrid, la agredida, a la que ha cargado de excusas o razones para sentirse y darse por ofendida, encender fogatas nuevas y avivar pleitos nunca allanados. El verdadero perjudicado es aquel a quien se hacen grandes protestas de lealtad y sobre quien se dan grandes gritos de defensa mientras se le empuja al foso y se le deja allí vendido en medio de la turbamulta.
La técnica de Gallardón ha sido siempre la de poner por delante la supuesta fidelidad a Mariano Rajoy y su apoyo incondicional justo antes de crearle el peor de los problemas. La de su rival Esperanza Aguirre ha sido la contraria. Amagar de continuo el enfrentamiento, dejarse y hacerse empujar a la pelea, estar siempre insinuando el reto sin acabar de arrojar el guante, mantener un pugna sorda y buscar en todo instante la comparación odiosa. Los dos, cada vez de manera más palpable, en realidad van a lo mismo y por lo mismo se enfrentan. Pero antes de su guerra, que en realidad pueden tener ambos perdida de hastiados que tienen a casi todos excepto a sus propias parroquias, necesitan y coinciden en el imprescindible “asuntillo” de que a lo que aspiran esta “ocupado” y necesitan que desaparezca el “estorbo”.
En la batalla de Caja Madrid, Esperanza Aguirre fiel a su estilo ha planteado su ofensiva y su pulso, con la propuesta de un Ignacio González pactado con todos menos con su propio partido. Toma ya bofetada. El presidente popular no tenía ni tiene mala carta: ante Rato todos, con un poco de sordina, pudieran haber callado. Eso antes de que don Manuel Cobo entrara en la cacharrería.
El PP de Madrid vive momentos de enorme tensión que pueden afectar gravemente a su futuro, el PP nacional, de sobresalto en sobresalto con el culebrón del Gurtel está llegando a su limite de su aguante ante el espectáculo global y el particular de los dos rivales madrileños. Y Rajoy a quien cada vez le sirve de menos hacerse el estatuario está cosidito a puñaladas por los unos y los otros y ya no sabe cuales son de las que a de hurtarse primero, si las de la no proclamada enemiga o del muy proclamado amigo.