Monseñor Munilla ha tomado posesión de su nueva diócesis de San Sebastián y pese a las amenazas de los malvados y las sugerencias de los acaparadores de virtud, no ha ocurrido nada. Bueno, sí: un éxito impresionante. Ahora falta que el Espíritu acompañe al nuevo obispo y a la Iglesia guipuzcoana. Laus Deo.
Así describe el Diario Vasco la misa en la catedral del Buen pastor, esa catedral que durante muchos años los dos obispos anteriores permitieron que fuera ocupada por familiares de etarras y sindicalistas; ya sabéis, para no crispar y para ser una Iglesia de acogida:
José Ignacio Munilla sabe que no está solo en la Diócesis de San Sebastián. Ni mucho menos. El nuevo obispo de San Sebastián pudo comprobar ayer el cariño de los cientos y cientos de feligreses guipuzcoanos que abarrotaron la catedral del Buen Pastor. Fue un auténtico baño de masas de bienvenida.
Como tantas veces ocurre desde la dichosa transición, los creadores de opinión y los políticos de Madrid creen que cualquier medida que no cuente con el placet del nazionalismo provocará barricadas en las calles vascas, como anunciaron Uriarte y los demás obispos vascos, incluido Blázquez, que ocurriría de ilegalizarse a Batasuna. Pues ni entonces ni ahora, las protestas no han pasado de la categoría de pataleta.
Os dejo la homilía de monseñor Munilla: humor y alegría. Por lo que se ve, para los católicos que quieren una Iglesia de base y democrática, los católicos guipuzcoanos que han arropado al nuevo obispo y que rezan por él no tienen el crédito de quienes han recurrido a la difamación para embarrar a una persona que les desagrada.
Me presento ante vosotros pobre y humilde, con la inevitable sensación de que las expectativas que muchos de vosotros podáis tener, son muy superiores a lo que quepa esperar de mí.
El factor mediático tan influyente en nuestros días, contribuye fácilmente a construir castillos en el aire, a ver gigantes donde sólo hay molinos, a engrandecer a quienes lejos de ser supermanes, tan sólo son unos peregrinos más en el camino de la vida; o tal vez, a juzgar como demonios a quienes simplemente comparten nuestra misma condición pecadora.
Hemos sido bendecidos con un obispo que sabe pelear en los medios de comunicación, y eso es un tesoro. Y no es una excepción en el nuevo episcopado español.
LAS MOSCAS
Ni en momentos de alegrías como éstos dejan de zumbar las mosas. José Manuel Vidal, que aconsejaba a Munilla ni más ni menos que la renuncia, impulsado eso sí, por su espíritu cristiano, le dice ahora, con un anglicismo, que tiene marcada la hoja de ruta.
Y Jesús Bastante, que afirmó que Munilla no sería obispo de San Sebastián hasta dentro de muchos años, no puede resistirse a tratar de clavar una pica en quienes han apoyado al nuevo obispo de San Sebastián:
No vaya a ser que pase como en el Evangelio, y que quienes cinco días antes agitaban sus ramas de palmera alabando la entrada de Jesús en Jerusalén sean los que se presenten, piedra en mano, ante el gobernador para pedir la cabeza del Crucificado.
Oriol Domingo, el experto de La Vanguardia en asuntos religiosos, destaca que Munilla «no citó a Euskadi». Éste se debe de creer que todo el clero tiene que ser como el abad de Montserrat o el arzobispo de Barcelona.
Acabo la lista con la mención a los pocos miembros del lobby rosa vasco que protestaron en el exterior de la catedral, con su odio y sus insultos. Ni treinta eran. Admito que eran más que los liberados de Aralar que se manifestaron delante de ETB por la emisión del mensaje del Rey en Nochebuena.
Como se ve, los católicos somos muchos más. ¿Por qué nos dejamos achantar por estos grupitos?, ¿por qué consentimos que los políticos cambien las leyes para contentar a unas minorías minúsculas?, ¿por qué pensamos con sus eslóganes y permitimos que eduquen a nuestros hijos?
CODA: Para conocer a Munilla, el libro que recoge sus cartas. Mucho mejor teólogo -y más entretenido- que todas las momias que todavía circulan por ahí.
