La Marea de Pérez Henares

Las ambiciones de Pepiño

Lamento profundamente no haber ingresado en la recién fundada ,pero muy potente, cofradía periodística que loa la ascensión a los altares de don José Blanco. No quedamos dos sin convertirnos a la fe “pepiña”, pero como, por lo leído, el otro es Ignacio Camacho me siento gratamente acompañado. Mas allá de en las diosas y vírgenes ibéricas, con la bética Esperanza de Triana a la cabeza, uno cree en tan poco que es mucho esfuerzo el dar por hecho milagroso, pues como tal habría de entenderse, la transmutación del “Pato Pepiño” en el “Cisne Blanco”, esplendorosa ave cargada de sabiduría, elegancia, virtudes todas y actividades varias. He ahí al talismán del PSOE, al báculo de Zapatero, al nuevo estratega infalible del Gobierno, al redentor de la crisis.

Pues no me lo creo.

No negaré que el tipo es hábil y muy avezado representante de esa casta política, cuyo único aprendizaje y mejor bagaje es la capacidad de enredo, cabildeo y medro por partidos y poderes. No negaré su lengua afilada para la consigna cuyo único fin el enfebrecer a la “barra brava” propia vituperando a la contraria. No negaré su acierto en poner coto, y sacar enorme rédito propagandístico, a los privilegios de los controladores. Ni negaré que, tras la inepta y avinagrada Maleni Álvarez, haya sosegado ánimos y se estén haciendo vías. Ni siquiera negaré que haya sido “descubierto” por la Aguirre.

Pero es que tales “valores” , como el ser espejo de esa casta que apesebra y enchiquera a la política o el haber suplantado las ideas y el pensamiento por la parroquia y la sigla para así fijar barreras de emociones y hasta odios, son precisamente los que están envileciendo a la política y empobreciendo y haciendo retroceder a la propia ciudadanía española.

En cuanto a sus aciertos como ministro de Fomento quedan de inmediato solapados ante su presunción, ¡hay que oírlo hablar!, de sentirse el único que parece haberlo sido, y esto desde la Restauración y la II República, Don Inda incluido, y desde luego el exclusivo entre todos con visión y comprensión de lo que debe hacerse con la Obra Pública en España. ¡Que vanidad, Dios mío, desprende el personaje!. Cuando se pretende humilde es cuando más se le nota.

José Blanco es un perfecto “ejemplo” del político de nuestros días españoles y más en concreto del núcleo duro de funambulismo zapateril y su sectario y férreo buenismo. No me extraña que prospere. Nadie lo duda que hoy tras Zapatero es quien más manda en el partido y ya también en el Gobierno. No se discute ni su ascenso ni su poder. Son evidentes. Pero si digo, a los cofrades y conversos a su “fe”, que el poder sólo es poder, aunque su “erótica” y su fulgor hagan parecer más altos, más guapos y hasta inteligentes a quienes lo detentan. Mientras lo detentan, añado. Y advierto si me dejan, que la ambición del personaje, llegado aquí, no acaba. Y que aquello por lo que protesta con mohines de desagrado y untuosas humildades es en realidad lo que, ocultamente, con más ansia desea.

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Autor

Antonio Pérez Henares

Ejerce el periodismo desde los 18 años, cuando se incorporó al diario Pueblo. Ha trabajado después en publicaciones como Mundo Obrero, Tiempo, El Globo o medios radiofónicos como la cadena SER. En 1989 entró al equipo directivo del semanario Tribuna, del que fue director entre 1996 y 1999. De 2000 a 2007 coordinó las ediciones especiales del diario La Razón, de donde pasó al grupo Negocio, que dirigió hasta enero de 2012. Tras ello pasó a ocupar el puesto de director de publicaciones de PROMECAL, editora de más de una docena de periódicos autonómicos de Castilla y León y Castilla-La Mancha.

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