La Marea de Pérez Henares

El viejo sombrero sudafricano de lona

Cuando lo lean yo habré descolgado ya el sombrero, el viejo sombrero sudafricano de lona, de cinco dólares y de algo más corrido juntos. Lo merqué en el Krugger allá por el 1999, por el viejo sistema del trueque y no me ha dejado de acompañar desde entonces en ningún viaje que haya tenido para mí la consideración de tal. Hasta tiene en su haber un libro, cuya portada ilustra y cuyo título protagoniza “Un sombrero para siete viajes” .

Ahora hacía tiempo que no se descolgaba de la alcayata y se ataba al macuto , un gesto que llenaba de tristeza a mi viejo perro “Lord”. Me parece que casi cerca de un año cuando me di una vuelta por los territorios donde sitúo a mis personajes prehistóricos y lo llevé conmigo. Ahora es obligado. Cruzo un mar y aunque no llegue a esperar como decía Ovidio que hacerlo me cambie el alma aspiro a que, al menos, me la lave.
Voy al estado de Utah (EE.UU). Si, el de los mormones. Con algo novedoso para mí. Voy a dar conferencias a su universidad donde mi trilogía iniciada con “Nublares” sirve para el aprendizaje de español del alumnado. Un honor, sin duda, que no tengo aún del todo digerido desde que me dieron la sorpresa. Yo sólo soy un fanfarrón muy humilde en el fondo, como mi abuelo. En fin, procuraré estar a la altura.
Luego de la cosa académica es donde me hará falta el sombrero. Están previstas expediciones a pie por el Gran Cañón y los parques nacionales de las Montañas Rocosas. Los conozco , como ustedes, del cine. Que es mi cine. El de Jhon Ford y los “centauros del desierto” que vivían en “Fort Apache” y el de un aventurero, que uno no pudo ser, como Jeremiah Jhonson. Me va a venir bien, para según que cuestas, el haber adelgazado este invierno. Y sin duda el sudafricano me servirá de mucho y me prestará su ayuda en todo. Hasta en los recuerdos.
Porque es tan útil para quitar sol como para proteger de la lluvia, se acartona y se pone rígido con el agua y aguanta lo que le lluevan; para taparse uno los ojos y hacer que se duerme o dormir del todo, para refrescarse la cabeza empapándolo de agua o para ayudar a pasar cascadas sin que la viste se anegue. Para todo sirve, hasta para mirar por debajo y hasta para intentar que le miren a uno. Y tiene un tesoro de memoria que solo ambos compartimos.
Aunque sí ha habido mas gente, muy contada, digamos que dos, que lo han llevado. Jesús Luna, mi amigo y jefe de expedición de la Ruta Quetzal lo llegó a tener durante algún invierno. Me lo traía luego para la expedición. Cuando yo dejé de ir, el chambergo volvió a casa. La otra persona ya lo sabe y no hace falta que yo lo cuente.
Ahora nos vamos, el sombrero y yo, para no viajar del todo sólo. Como siempre tiene uno su destino pero lo que más importa es que vuelve a tener por delante camino, que es lo que de verdad interesa y donde se disfruta, se pena y , en suma, se vive.

P.D. La foto está hecha el año pasado ante el pantano de El Vado, desde la pista que cruza la sierra desde Retiendas al Cardoso de la Sierra. Tenía mucha menos agua y yo no me había dejado todavía la barba.

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Autor

Antonio Pérez Henares

Ejerce el periodismo desde los 18 años, cuando se incorporó al diario Pueblo. Ha trabajado después en publicaciones como Mundo Obrero, Tiempo, El Globo o medios radiofónicos como la cadena SER. En 1989 entró al equipo directivo del semanario Tribuna, del que fue director entre 1996 y 1999. De 2000 a 2007 coordinó las ediciones especiales del diario La Razón, de donde pasó al grupo Negocio, que dirigió hasta enero de 2012. Tras ello pasó a ocupar el puesto de director de publicaciones de PROMECAL, editora de más de una docena de periódicos autonómicos de Castilla y León y Castilla-La Mancha.

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