Abril del 2010 acaba como acabó abril de 2009, con Zapatero y su Gobierno diciendo que lo peor ha pasado y que la recuperación empieza y con los indicadores económicos señalando exactamente lo contrario. Un año perdido en mítines y globos sonda.
El mismo día en que el presidente y su vicepresidenta económica, Salgado, se empecinaban en querer vender el humo de una confianza que ya casi nadie tiene, y menos en ellos, las noticias oscurecían todo el panorama. El paro sigue creciendo, la filtración de la EPA ya da el 20% (uno de cada cinco españoles en edad de trabajar no puede hacerlo), las perspectivas del PIB del primer trimestre van a seguir en rojo, o sea en recesión, el déficit no se controla ni se reduce y como postre una de las tres agencias que califican la solvencia de nuestra deuda nos baja la calificación. Los estudios económicos nacionales e internacionales prosiguen mientras tanto señalando tozudamente que estamos lejos del final, que quizás sea un lustro el que nos espera hasta comenzar a poder decir que la crisis ha pasado. O sea, que será por 2015 o incluso más tarde cuando España recupere el nivel de riqueza que tenía en 2008. Pueden equivocarse y ojala que lo hagan, pero hasta ahora quien se ha equivocado con su optimismo absolutamente inoperante y vano ha sido el Gobierno.
Zapatero con su ilusoria manera de percibir la realidad según le conviene no sólo se negó a reconocer la crisis ( ¿se acuerdan ustedes de aquel concurso gubernamental de seudónimos?) sino que ha dilapidado un tiempo precioso, prisionero de sus antojeras ideológicas y de los sindicatos, sin atreverse a afrontar de verdad , en profundidad y con decisión los obligatorios deberes de austeridad y medidas que parece ya no saber ni querer tomar. El cálculo electoral se impone a la necesidad general. Y sigue imponiéndose. No se ha tenido ni se tiene el coraje de decir la verdad a la población ni de exponerle que no queda otro remedio que hacer sacrificios. Y así lo que se está sacrificando es el futuro de todos. Y, por favor, no nos llamen otra vez catastrofistas que en la catástrofe ya estamos. Lo peor no ha pasado sino que nos sigue pasando y lo malo aún parece estar por llegar